El homenaje a las madres, otra de las tradiciones cacereñas relacionadas con el culto a la patrona, centró ayer los actos iniciados el pasado 23 de abril en conmemoración del centenario de la declaración del patronazgo canónico de la Montaña sobre la ciudad. Durante ese homenaje a la madre, la Virgen lució un manto de brocado de seda natural, estampado en colores, con puntilla y mantilla dorada, que fue donado en el año 2001 por Carmen López Montenegro de Oriol. Las flores que adornaban la talla eran de color amarillo, igual que las que se repartieron entre las seis ánforas de plata instaladas en Santa María y que fueron regalo de la ciudad de Cáceres a la patrona en 1974 al cumplirse el 50 aniversario de su coronación canónica.

La concatedral se preparó a última hora de la noche de ayer para el que sin duda es el acto estelar del novenario: el besamanto a la Montaña, que se extenderá durante hoy y mañana, desde las ocho de la mañana hasta las doce de la noche. Para hoy también está prevista la celebración de la mesa de ofrendas y subasta de platos en el Palacio Episcopal, de 16.30 a 21.00.

Con motivo del besamanto, los hermanos cofrades bajaron las andas de plata sobre las que se coloca a la patrona --adquiridas en los 60 en un taller sevillano y restauradas en 1999-- hasta el pasillo central de la concatedral. La camarera, Pilar Murillo, vistió a la Imagen con un manto de damasco dorado con fondo blanco, orlado con cenefa de cordones dorados, perlas y pedrería.

Se estima que miles de cacereño se desplacen hasta la concatedral para cumplir con la tradición de besar el manto de la patrona. Precisamente mañana se celebrará un referendo popular que determinará si se cambian o no los estatutos de la cofradía para que, entre otros detalles, las mujeres puedan obtener la categoría de hermanas de carga, derecho hasta ahora masculino.