El jueves tuvo lugar la entrega de los premios a los empresarios del año que organiza este periódico en un hotel de la periferia. Cientos de automóviles de gran cilindrada estaban aparcados cuando llegué con el Panda de mi mujer. Aquello quería decir algo. Y no precisamente significaba que llegaba tarde, pues como se encargó de demostrarme un asistente dando una mirada al Rolex, aún no era la hora. Y yo con un reloj comprado en un bazar. Por allí se hablaba de inversiones, de subvenciones, de proyectos, de millones de euros. Y yo sin haber pasado de Nietzsche. Constructores, industriales de los productos del cerdo, empresarios del frío, del reciclaje, banqueros ...Y yo con un bolígrafo y una cuartilla. Consejera, presidente de diputación, alcalde, subdelegado del gobierno, candidatos a diversos cargos. Y yo sin partido, sin padrinos y sin esperanzas de que ´lo mío´ se resuelva. Estaba la plana mayor del grupo Zeta y la de El Periódico de Extremadura. Y yo en un rincón de una página impar. Allí estaba casi todo el poder de Extremadura. Estaba el pasado, los que lo han mejorado. Estaba el presente, los que se esfuerzan. Estaba el futuro, los que tienen proyectos y voluntad de llevarlos a cabo. Estaba la esperanza.