«Me llamo Moumine Koné, aunque aquí en Cáceres me llaman Mou. Soy de Mali. Llegué a España en el año 2007». Así se presenta. Hoy es ciudadano de pleno derecho, pero hasta ayer a primera hora pesaba sobre él una orden de expulsión del país. Hace diez años decidió huir de su país en una patera. Cuál no sería su suerte que se lanzó al mar durante cuatro días y cuatro noches hasta que alcanzó tierra. El joven de Mali, entonces con 24 años, embarcó en Mauritania con otros tantos. Ahí comenzó una odisea que no iba a detenerse aunque pisara puerto. Aunque tomó tierra en las Canarias, Mou desembarcó finalmente en Cáceres.

Con una rutina de diez años asumida, casa, trabajo y pareja, en junio fue a renovar su tarjeta provisional de residencia a la que la administración debía dar el visto bueno cada seis meses. Le retiraron la documentación, el pasaporte y le notificaron que en 15 días debía abandonar el país. En un principio, su situación irregular no garantizaba que su periplo tuviera buen desenlace. No tenía papeles, sin papeles tampoco trabajo -es cocinero y atiende a personas mayores-, y sobre él pesaba una orden de expulsión. Desde entonces ha residido en la ciudad viviendo a la espera sin más documentación que la que ha acumulado en este tiempo en las dos peticiones de arraigo que le fueron denegadas y una solicitud de asilo a la oficina de refugio que también fue rechazada. Para la administración, el maliense afincado en la ciudad no cumplía los requisitos para acogerse a ninguna de estas dos vías legales.

Aún quedaba otra. Y paradójicamente, sin saberlo, esta a suponer la posibilidad definitiva para Mou. Tras el anuncio de su extradición, el cacereño de adopción puso en marcha una iniciativa en la plataforma Change.org para hacer llegar su llamada a todo el país. Él quería quedarse y pedía apoyo para continuar en el país. En dos meses consiguió casi 140.000 firmas -ahora ya suman más de 170.000- que quisieron mostrar su apoyo. Así, con una caja de rúbricas se presentó Mou en la sede de la subdelegación del Gobierno en Cáceres un día, depositó los apoyos y se marchó. Fue la administración la que se puso en contacto con él para conocer su situación. A partir de ahí, entre su abogado Antonio Díez, que le ha prestado sus servicios de manera desinteresada, y la administración pública buscaron una alternativa a la deportación que se materializó ayer.

Un Mou «incrédulo» recibió la tarjeta de familiar de ciudadano comunitario puesto que su pareja es cacereña y vio como su orden de expulsión era revocada en un acto que presidió el subdelegado del Gobierno, José Carlos Bote. El representante del gobierno felicitó al ahora cacereño y aplaudió

la labor de los organismos que han trabajado coordinados para formalizar su situación. En ese sentido, reconoció que trabajan en otro caso similar al del maliense y animó también a aquellos que se encuentren en situación de irregularidad a que reclamen amparo a la administración pública que según, añadió, «está siempre para ayudar al ciudadano». Con la rúbrica en mano y su garantía de ciudadano salió de la sede de la subdelegación. «Hoy voy a dormir tranquilo», exhalaba visiblemente emocionado ante los medios. No cabía en palabras de agradecimiento para su pareja, su letrado, los apoyos anónimos y la administración. Es «feliz» y ahora solo aspira a dos objetivos a corto plazo: «tener tranquilidad y volver a trabajar».

«Cuando yo era un niño, mis padres murieron en Mali a causa de la guerra. Me vine a España por seguridad y en busca de mejores oportunidades. Si ahora me obligan a volver allí, van a destrozarme la vida. Aunque los informes de Acnur digan lo contrario, mi país sigue siendo víctima de un conflicto. Además, yo ya tengo mi vida aquí». Con estas palabras pedía ayuda Mou hace unos meses. Aunque no olvidará el periplo, ya puede pasar página. Y regresar a su rutina. En Cáceres.