Leonie Verbung y Gi Gohe son holandesas. Están haciendo el camino de Santiago, de Sevilla hasta la capital gallega, y ayer sobre las nueve y media de la mañana, coincidiendo con el paso de la procesión de la Virgen de la Montaña, estaban en la confluencia de las calles Sergio Sánchez, Pizarro y Donoso Cortés. "Muy impresionante", afirmaba Leonie, quien recordaba que estas manifestaciones en su país se limitan "a las iglesias, no son en las calles". A ambas les llamaba la atención algo que para los cacereños es una tradición todas las mañanas del primer domingo del mes de mayo, cuando la patrona de la ciudad, la Virgen de la Montaña, regresa a su santuario después de los trece días que ha permanecido en la iglesia concatedral de Santa María (este año ha sido uno más en vez de los doce días habituales).

El guión es el mismo, se repite todos los años, incluso en su puntualidad. Salida a las nueve de la concatedral de Santa María y llegada a Fuente Concejo unos minutos antes de las once. Si se repite es porque es una tradición, la más arraigada en la ciudad con la bajada y su estancia en Santa María, que sigue atrayendo a cientos de personas no solo a ambos lados del desfile, sino en la procesión haciendo el recorrido junto a los hermanos de la cofradía de la virgen.

"Es una ilusión acompañar a la Virgen de la Montaña", aseguraba Emilia, "los que somos de Cáceres la llevamos muy dentro", añadía Toñi. Ambas, junto a otras amigas, iban a acompañar al desfile procesional hasta el santuario.

En la procesión y en su recorrido todo es muy parecido a los años anteriores: aglomeración en la plaza de Santa María, coincidiendo con la salida de los feligreses tras la celebración de la última eucaristía antes de dejar la concatedral, menor asistencia en el trayecto por Pintores, San Juan, Pizarro y el primer tramo de Fuente Nueva, y otra vez, al llegar a la confluencia con la plaza de San Francisco, la aglomeración, que ya no abandona al desfile procesional hasta su llegada a Fuente Concejo, donde la imagen se despide de la ciudad y los hermanos continúan hasta el santuario de la patrona donde se celebra la romería.

SUELTA DE PALOMAS Durante el recorrido de la procesión se escuchan los vítores a la virgen, se oyen los piropos de ´cacereña bonita´ dirigidos a la imagen de la patrona, y desde algunos balcones se arrojan pétalos de flores al paso de la virgen, como los que tenían en una bolsa preparados los niños Alejandro y Pablo en Fuente Nueva, quienes por primera vez asistían a la procesión de regreso de la patrona.

"Siempre es muy tranquilo, la gente es respetuosa; a excepción de alguno que quiere estar donde no puede, no hay jaleo, salvo en la entrada en San Francisco y Fuente Concejo", manifestaba Ismael, miembro de la Asociación Radio Ayuda (Ara), que desde el año 1993 colabora en la organización de la procesión.

En el tramo final de Fuente Nueva está, como todos los años, la mesa con un centro de flores que los vecinos de los números 3 y 50 colocan en mitad de la calle. "Es una tradición que ha pasado de nuestros abuelos y nuestros padres a nosotras", explicaban Marisa y Siri, las vecinas de estos dos inmuebles. "La colocamos para que hagan una parada", que, sin embargo, "no hacen", se lamentaban ambas, que, no obstante, esperan que algún año sí se produzca.

Donde sí se para es unos cien metros más adelante, en el número 20 de Mira al Río, donde está instalada la mesa con una fotografía de Antonia Galeano, otra tradición del desfile que han mantenido viva sus hijas. Aquí se sueltan dos palomas. "Para mí y mis hermanas es muy emotivo y es especial porque son dos años sin mi madre", recordaba Josefa, una de las hijas de Antonia. El día del regreso de la patrona se reúnen ante la puerta del número 20 muchos de los descendientes de Antonia: sus hijas, nietos y biznietos.

Pero el desfile no es solamente tradición, es también devoción a la patrona de la ciudad. "Siempre he vivido esto desde pequeña, es tradición y devoción", apuntaba Carmen, nacida en Cáceres, pero que reside en Madrid y que ningún año falta a su cita con el regreso de la virgen. "Todos los años estamos aquí. ¿Cuál es la razón?, por devoción", corroboraban Inma y Caridad, madre e hija, quienes habían acompañado al desfile desde Santa María a Concejo.

Tradición, devoción y fe, como la de Juana, que fue la primera en vitorear a la virgen cuando entraba en Fuente Concejo, echándose a llorar a continuación. La despedida de la patrona en Fuente Concejo es siempre el momento más emotivo de la procesión. Los hermanos giran la imagen para que mire a la ciudad y se guarda silencio hasta que se comienza a cantar la salve. Las lágrimas de Juana no obedecían a lo emotivo de la celebración, sino a las circunstancias personales por las que está pasando por la enfermedad de una persona muy allegada. Ella ha pedido a la patrona su curación y es su fe la que le hace tener esperanzas de que su ruego será atendido.

En Fuente Concejo coinciden todos, como Maite, Belén y María José, que por primera vez acompañan a la Virgen de la Montaña y tenían la intención de llegar hasta la cima, o como Lorenzo, una de las personas que más sabe de bajadas y subidas de la patrona, ya que vive en el número 12 de Fuente Concejo. "Para mí es un orgullo que pase por delante de mi casa. Este acto es, sobre todo, una prueba de fe y cuanto más gente haya más grandeza le da", afirmaba. Lorenzo es de los que mejor puede hacer un resumen sobre la asistencia al desfile: "En la bajada, con el nuncio, hubo más participación que otros años, pero en la subida, tal vez sea por el puente, hay algo menos".

El desfile que se vivió ayer por la mañana en Cáceres se repetirá el año que viene, al siguiente y al otro, y será igual con sus formalidades y actos y con las historias de sus principales protagonistas: los cacereños.