Son los nuevos cacereños que luchan por hacerse un hueco en la vida de la ciudad. Son las caras nuevas que afirman que a Cáceres también llegan las olas del mar del mestizaje. Estas cuatro historias, elegidas al azar entre el mosaico de la inmigración. evidencian que el camino hacia la integración de los extranjeros en el tejido social es un hecho. Esta radiografía de los inmigrantes deja claro que existe otra cara, más amable, por encima de la de los invisibles que se refugian en la economía sumergida o son víctimas de abusos laborales.

Las estadísticas municipales registran más de 1.500 cacereños de sangre extranjera empadronados en la ciudad. Las nacionalidades más numerosas son Marruecos, Ecuador, Colombia, Portugal y China, de entre un total de 74 de todo el mundo. Cáceres esconde en sus calles un caleidoscopio del colectivo inmigrante que late y siente, a pesar de las dificultades por construir una nueva vida lejos de familiares y amigos.

De Argentina vino Fernanda Franco huyendo de la penuria económica transformada en inseguridad ciudadana. Su vida es ahora de otro color distinto al de los dólares que se llevó el Corralito . Horacio Daza y su mujer Patricia abandonaron Colombia y ahora son felices con familia en el barrio de Pinilla. Cambió su ruta diaria en Bogotá por la del polígono de Las Capellanías donde trabaja.

De Colombia también llegaron los hermanos Alfredo y Ana Bonilla. De Madrid a Navalmoral y luego a Cáceres donde un camión y el trabajo doméstico les da de vivir, igual que a Yeimy, una ecuatoriana al que la reforma de la Ley de Extranjería le permitirá salir de la ilegalidad. Son historias cotidianas de la inmigración que echa raíces nuevas.