Esa plaga de amigos, compañeros de trabajo, colegas de gimnasio y vecinos de piso que viven como marajás: escuchan los mejores equipos de alta fidelidad, ven fantásticas televisiones con sonido envolvente, viajan puentes y vacaciones a Barcelona, a Londres o a Kenia...

Esa plaga de solteros (ya no se llaman solterones) que visten de Coronel Tapioca , de Hugo Boss o de grunge estiloso, manejan ordenadores de última generación, llaman por teléfonos móviles que hacen de todo, son viciosos del sushi y del surimi , tienen unos muebles de diseño que flipas ...

Esa plaga de cacereños que habitan hogares unipersonales por la noche, pero van a comer a casa de sus padres durante el día son un indicador fundamental de que la ciudad feliz es una capital moderna, avanzada y con un alto índice de progreso, al menos eso aseguran los sociólogos.

CAPRICHOSOS En España hay cinco millones de solteros y tres millones de hogares unipersonales, el triple que hace 20 años. Según las empresas de investigación de mercados, los solteros son consumidores caprichosos del mercado del lujo, viven en grandes ciudades, tienen un estatus cultural y económico superior a la media y, según el Estudio General de Medios, suponen el 6.7% de la población y el 18% de los hogares.

En los próximos años, el número de hogares unipersonales crecerá hasta llegar al 30% de los existentes en España, acercándose así a la media europea. Sin embargo, en Cáceres, ese porcentaje ya se ha alcanzado. En la ciudad feliz hay 5.000 hogares formados por una sola persona, lo que supone más del 25% de los censados como habitados, superando con creces la media extremeña (21.2%) y también la media más alta entre las comunidades autónomas españolas, que era del 24.9% en Baleares según el censo del año 2001.

Sólo algunos países europeos como Alemania (35.7%), Austria (32.5%), Holanda (32%), Francia (31.4%) o Reino Unido (29.4) superan la media cacereña, que estaría a la altura de la de Luxemburgo, pero superando la media italiana (26%). Aunque eso sí, en las grandes metrópolis europeas, las cifras de solitarios se disparan. Según la revista Le Nouvel Observateur , ya en 1995, en París, el 43% de los mayores de 18 años estaba soltero y la mitad de las viviendas estaba ocupada por una persona.

Hasta no hace mucho, los cacereños no estaban solteros, sino que se quedaban solteros. El hogar monoparental no era una opción, sino una imposición. No casarse era sinónimo de desgracia o rareza y la expresión quedarse para vestir santos resumía el futuro que aguardaba a quienes se veían obligados, sobre todo si eran mujeres, a la soltería.

Los sociólogos apuntan que en una sociedad de consumo tan intensa como la actual, muchos jóvenes y no tan jóvenes no quieren oír hablar de futuro ni de ahorro. En consecuencia, entablan relaciones sin visión de continuidad y no abocadas irremediablemente a formar familias. Es decir, no se opta por la soltería como quien abraza un dogma, sino por puro pragmatismo.

Los cacereños solteros hablan de que no padecen la soledad, sino que gozan de ella, aunque eso sí, en las conversaciones cotidianas reconocen que la asistencia a bodas y demás celebraciones familiares sigue siendo un suplicio. Es en esos momentos cuando el: "Tú sí que sabes vivir" se convierte en el tradicional: "Ya va siendo hora de que te cases" que convierte al soltero, todavía, en un bicho raro.

Son las agencias de viajes, las salas de cine, las tiendas de aparatos electrónicos, sonido, telefonía e informática, los restaurantes o los comercios de ropa desenfadada de calidad quienes gozan de esta moda europea y cacereña de la soltería recalcitrante. Departamentos universitarios de Sociología, como el de la Autónoma de Barcelona, certifican este valor económico de la soltería al considerar que las naciones avanzadas son aquellas con mayor proporción de ciudadanos que viven solos.

También aseguran que la soltería muestra un alto nivel de independencia económica y emocional de las personas, lo que en la ciudad feliz podría traducirse por un alto nivel de dicha, ventura, alegría y optimismo.