TLta potenciación de los aspectos patrimoniales y culturales y la puesta en valor de Cáceres como Ciudad Patrimonio de la Humanidad figuran entre los primeros objetivos transmitidos para la redacción del plan general municipal. La consecución de las metas planteadas en él, como la mejora de la calidad de vida y de la cohesión social, el derecho constitucional a disfrutar de una vivienda digna y adecuada, la protección del medio ambiente y el desarrollo socioeconómico equilibrado de la ciudad, permitirá a Cáceres plantearse uno de los grandes retos para la ciudad en los próximos años, como es el de optar a la designación de Capital Europea de la Cultura.

Pero esta opción no puede estar basada solamente en unos méritos históricos y patrimoniales que la ciudad de Cáceres ostenta en la actualidad, ni siquiera en la potenciación exclusiva de estas cualidades.

Cáceres debe de avanzar hacia el 2016 como un todo en el que confluyan junto a estos valores culturales otros, de toda índole, como la mejora de las comunicaciones y de las infraestructuras: autovías de la Plata y de Trujillo, AVE, aeródromo de la Cervera, nuevo abastecimiento de agua, nuevas subestaciones eléctricas, ecoparque, nueva depuradora; y el incremento de los equipamientos: palacio de congresos (ampliación del auditorio), pabellón de exposiciones permanente, centros de ocio y comerciales, ordenación definitiva del recinto ferial con carácter permanente, nuevo hospital, nuevos aparcamientos, nuevas zonas verdes, casas de campo de la Montaña y La Sierrilla junto al mantenimiento del uso tradicional de huertas en los espacios libres de la Ribera del Marco vinculados a iniciativas de carácter social, centro medioambiental y cultural del edificio Embarcadero, centro deportivo del Perú; sin olvidar los equipamientos de carácter local en todos los barrios, tanto culturales como docentes, deportivos, sociales o comerciales.

Y por último, además de todo esto, estamos obligados a planificar nuestras zonas residenciales, a estructurar los nuevos barrios, completando los existentes e integrando ambos en una trama urbana continua, estructurada y sostenible en su crecimiento y desarrollo. Para ello la Ley del Suelo de Extremadura dota a los municipios de una serie de herramientas, que antes no tenía, para controlar el desarrollo futuro de la ciudad y adaptarlo a las necesidades de cada momento. Y de esta manera hay que entender la diferencia del suelo urbanizable con ordenación detallada, al que el plan general asigna básicamente la prioridad I, y los suelos urbanizables sin ordenación detallada, de prioridad II y III (equivalentes en la práctica al suelo urbanizable no programado de la legislación anterior), en el que este consistorio tiene la potestad de decidir sobre la viabilidad o no de cualquier iniciativa en función de las necesidades de la ciudad en ese momento, ya que mientras tanto mantienen el régimen de suelo no urbanizable.

Otorgar a estas clases de suelo un carácter equivalente es reincidir en la absurda extrapolación de datos del plan general, que a través de una errónea interpretación --es de suponer que por desconocimiento, nunca por mala fe-- conducen a cifras erróneas utilizadas para llamar la atención y provocar reacciones favorables a ciertos intereses personales, coincidan o no con los del ciudadano que dicen favorecer.

Son proyecciones reales del plan las cifras de población de 110.000 a 120.000 habitantes para Cáceres en el 2016, así como una capacidad residencial de 26.000 nuevas viviendas, correspondientes a la prioridad I, en los próximos 15 años, teniendo en cuenta para comparar esta cifra que se han desarrollado en Cáceres en los últimos seis años áreas residenciales que suman 15.000 viviendas. Sobre estas previsiones únicamente cabe mantener la capacidad de adaptación a la realidad socio-económica del momento y la posibilidad legal de hacerlo (en nuestro caso en el marco de la LSOTEX), en lugar de caer en el eterno error de pensar que las relaciones causa-efecto circunstanciales van a repetirse indefinidamente.

El plan general municipal no es una imagen estática de la ciudad, sino una anticipación racional del crecimiento de la misma, y por lo tanto se ha de tener en cuenta que, además de las previsiones de evolución estimadas en función de los análisis demográficos, existen otra serie de factores que influyen en el correcto ajuste entre "necesidades" y "posibilidades", que deben considerarse para evitar disfunciones que puedan comprometer la viabilidad de las determinaciones establecidas en el plan.

El proceso de planeamiento continuo que hoy día exige una ciudad moderna obliga a la administración municipal a establecer las bases, el marco legal y los medios que permitan el desarrollo de la actividad urbanística y le otorguen una capacidad de adaptación a la realidad del momento, que no solo permita, sino que sea un aliciente para canalizar las iniciativas de todos los ciudadanos.

Por ello, los municipios deben planificar adecuadamente un crecimiento urbanístico suficiente desde criterios de sostenibilidad, anteponiendo siempre los aspectos cualitativos sobre los cuantitativos. Tanto la incorporación de nuevos suelos al proceso urbanizador, como la corrección de disfunciones del planeamiento antecedente, deben llevarse a cabo desde el mayor respeto al medio natural, desde la conservación y mejora de las áreas urbanas históricas y del patrimonio cultural, urbanístico y arquitectónico y, por último, desde la asunción de la creciente diversidad y complejidad de las actividades que desarrollan las sociedades avanzadas, tanto en el plano individual como en el comunitario e institucional. Todos estos factores tienen su soporte físico en el territorio sobre el que se asientan: en nuestro caso, el territorio del municipio de Cáceres.