Tampoco esta vez hubo redención para el dragón, que anoche, como cada 22 de abril, volvió a ser pasto de las llamas. La tradición del San Jorge se cumplió punto por punto y --tras una mañana tormentosa-- en compañía de una tarde soleada y una noche suave, que animó a los cacereños a rendirse a la tradición de su patrón, llenando el recorrido y abarrotando la plaza Mayor. Más que nunca resultó pequeña, para presenciar la derrota y posterior quema de la bestia.

"Papi, se oyen los tambores, ya viene el dragón", gritaba nerviosa una niña en Antonio Hurtado. La noche mágica de la ciudad se inició con un pasacalles sencillo aunque vistoso, anunciado por cornetas y tambores e integrado por las huestes moras y cristianas, a pie y a caballo; odaliscas derrochando sensualidad en torno al kaid; una sobria corte cristiana, con reyes bajo palio, cortesanas y bufones. En último término, el dragón, más pequeño aunque más alto que otros anteriores (mide 14 metros y el del año pasado, 28) y también más realista. Su imagen resultaba imponente y feroz, mostrando las fauces abiertas y ojos de color rojo brillante. Iba flanqueado por escupefuegos , malabaristas y acróbatas, que acapararon el interés del público con sus números en torno al fuego durante el recorrido.

No podían faltar los que, junto a la bestia, son los protagonistas de la jornada: San Jorge, a lomos de un caballo blanco y la recuperada --hasta el año pasado no aparecía en el desfile-- princesa Mansaborá.

ESPECTACULO El desfile ideado por Fénix Animación se alió con el teatro para ofrecer un espectáculo mucho más visual, de la mano de 200 participantes y 18 actores.

El desfile se inició a las 20.30 horas en la avenida de la Hispanidad y recorrió durante dos horas las calles del centro: Isabel de Moctezuma, Sánchez Manzano, Antonio Hurtado, plaza de América, avenida de España, San Antón, San Pedro y Gran Vía, hasta la plaza Mayor.

Una de las novedades fueron las paradas teatrales que se realizaron en tres puntos del recorrido (Antonio Hurtado, primer tramo del paseo de Cánovas y salida Paseo de Calvo Sotelo), para permitir que los reyes de ambas cortes descansaran del largo viaje emprendido. Cada una duró cerca de 10 minutos y aportaron viveza al desfile. Danzas a cargo de las bailarinas moras, luchas entre soldados, acrobacias y juegos con fuego en torno al dragón, arrancaron los aplausos del público, en lo que no eran sino un anticipo de lo que esperaba al llegar a la plaza.

El final de fiesta también contó con novedades. El montaje convirtió la plaza en un escenario en el que se aprovecharon este año distintos rincones --la torre de Bujaco, las escaleras del Arco de la Estrella, el foro de los Balbos y las escaleras del ayuntamiento--, para dar mejor uso al espacio y proporcionar mejor visibilidad al público.

"Yo fui testigo de lo que voy a contar... fui yo el que tejí el engaño... aunque lo hice al servicio de mi rey... yo soy don Alvaro", anunciaba al comienzo del espectáculo la voz en off que lo guió. El montaje estaba concebido desde el punto de vista de los recuerdos de un envejecido capitán Don Alvaro, artífice de la reconquista de Cáceres en la noche de un 22 de abril del año 1229, víspera de la festividad de San Jorge, cuenta la leyenda Han pasado 40 años y el hombre, atormentado por sus recuerdos relata la conquista de la ciudad: su enamorada, la princesa mora Mansaborá, hija del señor de la ciudad, traicionó a su padre entregando a su enamorado las llaves que le llevaron a perder la ciudad y este la traicionó a ella. Según esa leyenda fue la intercesión de San Jorge, patrón de los ejércitos, quien permitió la derrota a las tropas moras, simbolizadas en el dragón.

La puesta en escena contó con, luchas entre soldados, danzas árabes... y el irremediable final para el dragón, derrotado ante San Jorge, en medio de un espectáculo de fuegos artificiales, luz y sonido. Las llamas se ocuparon del resto.