Miles de turistas se agolpan estos días en las calles y plazas cacereñas, en un ritual que va de procesión en procesión; parada y fonda en cualquiera de los establecimientos hosteleros que tienen en estos días las mejores cajas de una temporada primaveral que sólo acaba de comenzar.

Son éstos los mismos turistas que se paran frente a cada uno de los escaparates del comercio cacereño, cerrado estos días por descanso, liquidación o reforma. Hay quien dice que Cáceres es la ciudad de los escaparates en el centro y que dista mucho de esa sana ambición que se ve en otros centros turísticos donde los horarios se acomodan a la necesidad del usuario y no al revés.

En estos días el comercio cierra porque son días festivos y el personal, lógicamente, tiene el derecho como cualquiera a tomarse un descanso. ¿Pero acaso no están en la misma situación las empresas de otros puntos del país que, llevados por una sana ambición, prefieren sacar partido a la temporalidad del negocio?

La ciudad ofrece al visitante grandes atractivos culturales que chocan con lo que puede ofrecer desde el ámbito puramente comercial. Parece que el turista en esta ciudad está condenado a ver bonitos escaparates porque, si quiere comprar, tendrá que esperar a mañana lunes.