Al mismo tiempo que la primera franquicia cafetera, Café de Indias, se instalaba en la ciudad feliz , un local emblemático de la hostelería cacereña rompía todos los esquemas: cerraba unos días, realizaba pequeñas reformas, revolucionaba su carta y se convertía en la segunda franquicia de Cáceres: Gran Café (la primera es Bluster Vídeo).

Es decir, en lugar de lamentarse por la invasión foránea y buscar pretextos para rumiar los contratiempos, un empresario cacereño, Jenaro Rodríguez, daba un paso adelante, rompía con la tradición plañidera cacereña y se plantaba en el mercado con una idea competitiva y atractiva.

A los pocos días de cerrar, el Gran Café reabría. A simple vista, parecía que no había cambiado nada, pero un vistazo a la atractiva y renovada carta permitía distinguir una oferta de desayunos que, sinceramente, no he encontrado en ningún lugar, y una abrumadora selección de tapas, helados y raciones.

Ventanales y terraza

Pero lo importante no es eso, sino que ya se han dado los primeros pasos para extender la nueva franquicia: en agosto, el Gran Café abrirá en Plasencia, en el llamado rincón de San Esteban. Mantendrá las esencias clásicas de la casa, pero tendrá el atractivo de una sala con ventanales en la segunda planta y una terraza mirador sobre la Catedral en la cuarta.

El Gran Café vino a suplir la falta de cafés tradicionales. Al poco de cerrar el Jámec en 1980, se abría éste en la calle San Pedro de Alcántara. Corría 1983 y desde entonces, el Gran Café ha sido desde lugar de cita estudiantil a finales de los 80, hasta centro de reunión de funcionarios, profesionales, matrimonios clásicos y señoras de toda la vida.

Cáceres había asistido a la defunción paulatina de sus cafés emblemáticos. El primero, el Santa Catalina, que tenía tres plantas en la esquina de General Ezponda con la plaza Mayor y dejó paso al hotel Europa en 1931. Debió de ser en los años 50, pues don León Leal le dedicó algunas Ráfagas en este periódico, cuando desapareció el café Viena de la calle Pintores. Después, en 1972, echó el cierre el Avenida de la avenida de España y en 1980 le tocó al Jámec.

Pero esta vez no toca cierre, sino todo lo contrario: el Gran Café, uno de los emblemas de la ciudad feliz , crece y se exporta. Desde que el Santa Catalina instaló su puerta giratoria en los años 20 y desde que Carlos Municio, propietario del Viena, acabó con los cuchitriles, que dividían el local, para conseguir amplias salas donde hasta se bailaba, Cáceres no había conocido una revolución cafetera como ésta de la franquicia. Desde ahora, entrar en el Gran Café de Plasencia o en los que ya se anuncian en Mérida, Madrid o Salamanca será como pasar un ratito agradable en la ciudad feliz .