Se muere Cáceres. Me lo temía. Tanto decir que "así somos" y "esto es lo que merecemos", que "no nos movemos por nada", que "somos escasamente reivindicativos", que parece haber llegado el final. Porque la cosa va en serio. Nada más y nada menos que un asociación de empresarios ha llegado a esa conclusión, suponemos que tras haber hecho unos serios estudios de los parámetros econó-micos y sociales y haber constatado que no hay remedio.

Bueno, no seamos pesimistas. Al parecer hay remedio. La solución a nuestros problemas no consiste en trabajar más, en tener imaginación, en promover la industria y la cultura. Eso son milongas. La solución es tan fácil como retrasar el horario de cierre de los bares. Puesto que la gente es muy mal pensada deducirá que estamos ante unos cachondos que nos quieren tomar el pelo, pero nada de eso. Porque la propuesta no sólo va dirigida a las autoridades, que pudieran ser un poco lerdas. Es que va dirigida a los jóvenes y especialmente a los estudiantes, mayormente universitarios. Pues lo que pretende es movilizar a unos tres mil cacereños concienciados de que se nos muere la ciudad y es necesario tener los bares abiertos durante más horas para remediarlo. Si su convocatoria hubiera tenido éxito y miles de jóvenes y no tan jóvenes se manifestaran para reclamar un horario más holgado para los bares, ¡qué pensaríamos de esos que, entre otras cosas, no abrieron el pico ni dieron un paso a favor del Cimov, de la fábrica de cerámicas, de la autovía...? ¿Qué juicio merecería la educación que le hemos proporcionado? ¿Será necesario que nos refugiemos todos en el alcohol para olvidar nuestros problemas, para continuar en la inanidad y en el furgón de cola? Al menos en eso seremos los primeros.