Casi pegadas a las últimas casas del barrio cacereño de la Mejostilla se hallan las ruinas de lo que fue el origen de nuestra ciudad. Pocas ruinas, la verdad, porque desde hace demasiado tiempo no se llevan a cabo excavaciones en el lugar de manera que hay poco que ver. Ni siquiera puede verse el documental que debiera exhibirse en la sala de proyecciones pues hace más de un mes que está estropeado y por lo visto a nadie interesa que se arregle. Cualquier ciudad que tuviera tal monumento en su demarcación lo cuidaría como a la niña de sus ojos. Aquí no. Afortunadamente hay una maqueta que sirve para hacerse una idea de la importancia que tuvo el campamento, si bien es verdad que la rosa de orientación está mal colocada y provoca la desorientación del visitante.

Una vez fuera del centro de interpretación es imprescindible poner a trabajar a la imaginación para tratar de ver cómo era la muralla, dónde estaban las puertas, en qué lugar se situó el foro... Las leyendas anejas a cada resto ayudan lo imprescindible. Sale uno de allí con mal humor y preguntándose por qué estos restos no merecen ser excavados y otros sí. Y no sabes si debes invitar a tus amigos a que vayan. ¿No excavan porque la gente no va o la gente no va porque tiene poco que ver?