El año 2014 produjo el comienzo de un cambio que ha generado un punto y aparte en el correr de la historia de todos nosotros y de este viejo e importante país llamado España. Alguien dijo entonces que fue un significativo año de muchas despedidas, se cerraba una época que empezó en el año 1977 que produjo un ejemplo de una transición política sin violencias ni enfrentamientos entre españoles.

La intervención del Rey Juan Carlos, en su último mensaje como rey a los españoles, resultaría más profética que nunca: «Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y a afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana». No pasó mucho tiempo para que esa segunda transición se convirtiera en realidad.

Se fueron Adolfo Suárez, el político de los consensos. Emilio Botín e Isidoro Álvarez, patrones del Santander y El Corte Inglés; Alfonso Guerra quedó como el único que en el hemiciclo representaba a la España de la Constitución Alfredo Pérez Rubalcaba y, también, Cayo Lara. Y llegaron en tromba los hijos de la Constitución del 78 que ya no se reconocen en sus costuras: Pablo Iglesias, Pedro Sánchez.

La muerte del primer presidente de la Democracia, a los 81 años, puso el broche simbólico a toda esa era. Miles de ciudadanos hicieron cola durante horas -y hasta la madrugada- para rendir su particular y último tributo a uno de los padres de la Democracia, que falleció el 23 de marzo.

Nadie se imaginaba entonces que, en ese momento, la Jefatura del Estado ya había puesto en marcha, en secreto, la abdicación del Rey, quien en un mensaje televisado despidió así al político de Cebreros, definiéndolo como amigo leal y colaborador eficaz. Nadie podía imaginar entonces, ya la Jefatura del Estado había puesto en marcha, con sigilo, la abdicación del Rey, quien en un mensaje televisado despidió así al político, diciendo «el fallecimiento de Adolfo Suárez me llena de consternación y de pena». El Rey tuvo en él a un amigo leal y al mejor de sus colaboradores en la empresa que el propio rey Juan Carlos iniciaba, tal cual era pasar el difícil rasero de una España que salía de un Régimen personal y autoritario caminando hacia una democracia moderna.

La Corona tomó la decisión tras cumplir 76 años y pocos días después de la Pascua Militar, en la que Don Juan Carlos, reapareció en Palacio muy desmejorado y con ciertas y aparentes dificultades para articular su discurso ante la cúpula de los Ejércitos. Discurso que días antes había dado a conocer el Rey a la cúpula militar. Lo comunicó después, a finales de marzo, al presidente del Gobierno y al líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Empresarios y hombres de los negocios que abanderaron el último cuarto del siglo XX, junto con la intervención del Rey Juan Carlos, en su último mensaje como Rey a los españoles y en el que, sin duda, marcó los retos a los que debemos de enfrentarnos como país. Es donde estamos ahora.