Las ‘camisas de once varas»’debían ser unas prendas enormes, de diez metros de largas; desgalichadas, con grandes jarapales y mangas, en los que se liaba con facilidad quien la llevara puesta. Efectivamente, nuestros abuelos solían aconsejarnos: «¡No te metas en camisas de once varas!»; lo cual venía a significar que no nos enredásemos con problemas que no podríamos resolver ni en asuntos que nos superasen por su dificultad, o en negocios poco limpios en los que perderíamos nuestra hacienda y dinero.

Justo lo que les ha pasado a los dirigentes de la Generalitat de Cataluña en sus complejos «tejemanejes» del ‘proçes’ de independencia. ‘Proçes’ en el que ya llevan gastados miles de euros de dinero público; por el que han sido condenados a penas muy pintorescas; e, incluso, del que no saben muy bien cómo escapar.

También el gobierno del PP se ha metido en muchas «camisas de once varas» por sus torpes respuestas para salir del atolladero: Despreciar a quienes legalmente ostentaban la gestión política de una Comunidad Autónoma, en vez de dialogar con ellos para establecer los límites a las expectativas de cada parte. Secuestrar todo el material electoral para llevar a efecto esa especie de «encuesta» que era el «referéndum» de la independencia. Inundar Cataluña de agentes de las Fuerzas del Orden, metiéndolos en un barco mal acondicionado; como hacían antiguamente los navíos de los «negreros». Publicar en las llamadas «redes sociales», filmaciones espurias e impropias, con declaraciones que incitan al odio entre los propios ciudadanos españoles, etc.

Personajes de cierto relieve - unos Mas y otros menos - ya apuntaban esta posibilidad, siguiendo las huellas - ya casi borradas - de Companys, Maçiá o Tarradellas, que aún lucían en los frontispicios de prestigio de la Historia catalana. Porque el «molt honorable» Jordi Pujol se había caído violentamente de los pedestales y era mejor no rememorar su figura en discursos ni mítines que subrayaran la «gloria» y el destino de la Nueva Cataluña.

Para recortar y coser estas peculiares «camisas», los dirigentes de la Generalitat recurrieron a «trucos» y tópicos ya conocidos: «Los españoles nos roban», «Cataluña es una nacionalidad sometida por la fuerza»; «los catalanes son una «raza» distinta a los andaluces o a los extremeños»; «Mientras los catalanes trabajan, los españoles se divierten»; y otras simplezas sembradas en «cerebros fermentados» por las levaduras del odio y del resentimiento. Los últimos debates televisivos, sostenidos con estos razonamientos, dan vergüenza a quien los escucha.

Pero el «bando españolista» tampoco iba por la buena senda de la comprensión y el acuerdo. En vez de diálogo se empeñó en utilizar otros tópicos, arteramente sacados mediante la manipulación de la Historia, o fingiendo apoyarse en el «Estado de Derecho»; con lo cual solamente los fiscales, los Tribunales o las fuerzas de Orden Público fueron los interlocutores en este continuo bracear dentro de las «camisas de once varas» de unos y otros.

El resultado ya nos es conocido: ambos contendientes se han cansado de bracear y de retorcerse para salir de su «camisa»; pero ambos han fracasado y se han rendido a las evidencias del comienzo: Es necesario el diálogo, la comprensión y la inteligencia si quiere uno vestirse con moderación y elegancia.