Como si nunca me quisiera apartar de ella, me resisto a alejarme de la soberbia Torre de Sande. Me siento seguro bajo su firme presencia y me detengo --sin intención alguna de moverme de allí-- deseando que llegara la eternidad en este sitio, en este momento, y, así --con el tiempo detenido-- disfrutar de lo que tuvimos tan cerca y no conocimos hasta que el destino --caprichoso y certero-- jugó con los hilos de la vida, y acercó una torre a una palmera, pero esa historia no viene, hic et nunc , demasiado al caso. Bajo el firme bastión, como afilada proa de ligero butre, avanza hacia la fachada lateral del Evangelio de San Mateo, la Casa del Aguila.

Pequeña y modesta

Pequeña en dimensiones, modesta en su exterior, perteneció --al igual que el solar vecino, como se dijo-- a la casta de los Sande. Si aquéllos fueron Señores de Valhondo, éstos lo fueron de Valdefuentes. La construcción data de la primera mitad del cuatrocientos, y fue levantada por Alvaro de Sande. Su hijo, Pedro, compró el Señorío de Valhondo a los Fernández de Grijalva, pero, sin embargo, será un biznieto quien diera el mayor esplendor a la familia, llamado también Alvaro de Sande y nacido en esta misma casa. Hijo de otro Alvaro y de Isabel de Paredes Golfín, era nieto del camarero de Isabel la Católica, a quien conocimos al visitar el Palacio de los Golfines de Abajo.

Alvaro de Sande es uno de los hijos más ilustres de esta ciudad, tristemente olvidado, como la mayoría de ellos por esta hija ingrata, que prefiere levantar monumentos y placas al primero que pasa en lugar de a los grandes hombres y mujeres de Cáceres. Figura importante en los reinados de Carlos I y Felipe II, luchó durante cincuenta y tres años: contra el turco en Túnez y Argel al mando del Príncipe Gonzaga; contra los protestantes en Luxemburgo; combatió contra el francés en las Guerras de Italia junto al Duque de Medinaceli, se enfrentó al Duque de Guisa, guerreó --codo con codo-- junto al Duque de Alba y llegó a ser Capitán General de Milán. Felipe II lo recompensó con la Encomienda del Corral de Almaguer en la Orden Santiago y le concedió el Marquesado italiano de la Piovera el 18 de abril de 1573, ése que en Madrid da nombre a un barrio y que --paradójicamente-- es inexistente en nuestro callejero.

A su nieto (militar, también que sirvió quince años en los ejércitos, Caballero de Alcántara e igualmente llamado Alvaro de Sande) convirtió Felipe III el Marquesado milanés en título de Castilla, con la denominación de Marqués de Valdefuentes. Era en el Escorial, el 20 de agosto de 1616: i en alguna encomienda, i remuneración de tantos i tan señalados servicios, i para que de ellos y vuestra persona quede memoria, i por más honrar, i sublimar: Tenemos por bien, que ahora, i de aquí adelante, os podáis, i puedan llamar, e intitular, i os ha§emos, e intitulamos Marqueses de la Villa de Valdefuentes . Estos Sande se extinguieron en los Lancáster, Duques de Abrantes, quienes, hoy en día, siguen ostentando el título.

Tuvo torre en su día, pero fue cercenada por orden de la Católica y nunca más se volvió a levantar. El patio interior es pequeño, pero agradable, con una airosa balaustrada en el piso superior.

La fachada es hermosa en su esquina, pero son dos elementos los que, fundamentalmente, llaman la atención. El primero es la ventana gótica conopial (conocida popularmente como Ventana de la Monja), cobijada bajo el imprescindible alfiz. El otro es el que da nombre a la casa, el escudo de Sande, en alabastro y colocado sobre un pequeño friso decorado con motivos vegetales. Cuando en las primeras décadas del siglo XX Guillermo de Carvajal y Jiménez de Molina, XI Marqués de Valdefuentes, vendió la casa, trasladó este escudo al Palacio de Abrantes y más tarde volvió a su lugar original.

Ulloa Golfín lo describe en su Memorial y no me resisto a transcribirlo: Y cuyas armas son águila volante de su color con corona de oro, en campo de plata, y un ramo en el pico, con orla vn cordón de San Francisco, como se ven en la Casa de los Marqueses de Valdefuentes en Cáceres, i en su Capilla en la Iglesia se San Matheo, a las cuales añadió por orla Don Alvaro de Sande, Marqués de la Piovera, seis estandartes, i seis vanderas: trofeos que ganó en diversas batallas, de los enemigos desta Monarquia, con su esclarecido valor .

Buena rehabilitación

La casa, una vez vendida, se fraccionó en diversas viviendas y su estado empeoró después de la siguiente venta en 1947. A finales de los años ochenta la familia Hernández Mancha la compró y le dio el magnífico estado que hoy presenta.

Con su permiso, les dejo durante esta semana, y pensando en las llanuras padanas, en las que luchó Don Alvaro y que tantas veces he recorrido, me apoyaré bajo la Torre de Sande pensando que no todos los tiempos pasados fueron mejores y, que el tiempo presente, parece tener hoy cierta vocación de eternidad.