José Candela Quesada había nacido en la Ciudad de la Alfombra, vamos, en el municipio alicantino de Crevillente, conocido así por su tradicional industria alfombrera. Pero José no se dedicaba a las alfombras sino que tenía negocios de materiales de construcción. El empresario llegó a Cáceres en 1866 coincidiendo con las obras del ayuntamiento. Entonces era el único Candela de la ciudad, ahora en la ciudad hay Candelas por cientos. Y todo gracias a José, un hombre al que le gustó Cáceres nada más pisarla.

José Candela vivió en la plaza Mayor y montó su negocio en Los Fratres, donde ahora está el Edificio Proserpina. Almacenes Candela y CiA estaba situado en un lugar estratégico porque allí se levantó la estación de trenes, que tenía una cantina que se llamaba El Cajón y que llevaba Petra. El negocio de Candela estaba muy cerca del bar La Ferroviaria (que regentaba Benito), en pleno núcleo industrial de la ciudad, donde se agolpaban almacenes de madera, carpinterías y hornos de la cal.

Candela era un almacén de maderas, baldosines y materiales de construcción con más de 60 trabajadores que contribuyó a la ejecución de destacadas obras: el ayuntamiento, las Hermanitas de los Pobres en 1890, el Hospital Provincial en 1910, el Gran Teatro en 1926 o el edificio de Gabino Díez en la Cruz de los Caídos.

Los viajeros que venían a Cáceres caían justo en frente de aquel almacén, al que también llegaban carros y camiones en busca de cemento y yeso, porque era, junto al de Mariño, el almacén más importante de la ciudad. Llegaban carros de Torremocha, de Valdefuentes, con trabajadores que cargaban a hombros sacos por toneladas. Era una época de trabajos durísimos: que si abrazaderas, que si tuberías, que si uralitas... todo lo vendían los Candela.

Y es que Candela y Compañía contribuyó al crecimiento de aquel Cáceres que acababa en la Chicuela y sus materiales vieron nacer el Ensanche con edificios como La Perra Gorda, el Requeté o el Coliseum, que hizo Estellés.

José Candela falleció sin descendencia en 1914, pero su estirpe continuó gracias a 3 sobrinos que trajo de Crevillente: José Candela Magro, Félix Candela Semper y José Candela Galván.

José Candela Magro se hizo una casa de 3 plantas en San Juan, donde Deportes Mostazo. Se casó con Cándida Bravo Lasso, que era de Badajoz. No tuvieron hijos.

Félix Candela se casó con Carmen Becedas Miña, que era de Baños. Tenían un sobresaliente patrimonio, vivían en una gran casa de la plaza Mayor, donde está El Puchero, aunque tampoco tuvieron hijos para habitarla al completo.

José Candela Galván, que vivía en Camberos, tuvo una hija: Andrea Candela Iglesias, pero ella nunca se casó (murió a los 100 años).

Sin embargo, los Candela, dispuestos a asegurar su permanencia, se trajeron a otros tres sobrinos a la ciudad: Antonio Candela Magro, Federico Candela Guillén y Vicente Candela Morales, los tres se casaron, los tres ¡¡¡al fin!!! tuvieron hijos.

Antonio, que vivía en Primo de Rivera, donde Caja Extremadura, se casó con Blanca Rodríguez Serradelli, nacida en Pamplona y de madre catalana. Tuvieron 5 hijos. Federico casó con Agueda Palomar y tuvieron 3 hijos, y Vicente contrajo matrimonio con Valeriana Rodríguez Congregado. Tuvieron 7 hijos, vivían en Antonio Hurtado, donde Tejidos Amado (allí estuvo Transportes Abajo). Uno de sus hijos, Vicente, era arquitecto y a él se debe el Instituto El Brocense; murió prematuramente a los 33 años.

Andrés Calvo Bazán

En el almacén de los Candela trabajaba Juan Solana, encargado de la Oficina de Atención al Público. En la planta de arriba estaba la oficina principal, con el contable Andrés Calvo Bazán, que vivía en la calle Sande, se duchaba a diario y siempre con agua fría. Era un hombre pulcrísimo, amante de la música clásica y escribía con pluma y con tintero; tenía una letra de academia. Después estaban las cajeras: Aida, Carmen y Rosi, ¡ah! y Luceño, Oliva, Francia, Carlitos Iglesias, Celedonio, Manolo... y Antonio Morato Rodríguez, que valoraba los albaranes de venta. El almacén cerró en 1970.

Pero esos almacenes no fueron el único negocio de los Candela. El otro fue Candela y Ballell SL, dedicado a instalaciones eléctricas. Se crea en 1947 en San Juan (luego pasa a Primo de Rivera, después a Arturo Aranguren y hoy está en Capellanías). La tienda original de Candela y Ballell en San Juan estaba donde ahora está Deportes Mostazo. Era una tienda preciosa, en la que colgaba del techo un águila disecada que en realidad era una lámpara cuyas bombillas se apoyaban sobre las garras del animal.

La tienda, que también vendía escopetas y cartuchos, tenía un gran escaparate y mucha luz. El mostrador era grande, con mesitas, una cristalera y la cajera al comienzo, junto a la entrada principal. Allí trabajaron Urbano, Pani, Lindo, Paco, Arcadio, Andrés... Tras el mostrador estaba Cipriano Cid Molano, que vivía en la plaza de Italia. Era un hombre alto, sonriente, agradable. Siempre peinado hacia atrás y con muy buena planta.

Eran los años en que Leoncia, que antes trabajó en la casa que Felipe Alvarez Uribarri y María San José tenían encima del Figón, vendía en Cáceres el periódico sentada en los portales de mármol, al comienzo de Pintores, por debajo de Calzados Peña. En aquel Cáceres que cautivó a los Candela, con su Ensanche, su estación de trenes, sus almacenes, sus hornos de la cal y su coqueto quiosco Colón, donde resonaba desde Pintores la voz dulce de Leoncia ofreciendo cada noche el EXTREMADURA.