El Ensanche, avenida 2 de Mayo, avenida Luis de Armiñán, avenida de la República, paseo de los Aburridos... Muchos nombres desde el siglo XIX para un mismo parque, Cánovas, espina dorsal de la expansión urbanística de Cáceres durante más de cien años, pero también centro neurálgico de su vida social, de sus encuentros, de sus amoríos, de su progreso... Por sus bancos han pasado las burguesas remilgadas de principios de siglo, las niñeras y soldados de los 50 y el inmigrante del top manta . Una asignatura obligada en la historia de Cáceres que ahora llegará a los colegios de la mano de una guía didáctica, Admíralo , presentada por la universidad popular.

Los expertos en botánica y biología siempre dicen que Cánovas es, además y sobre todo, un pequeño paraíso con treinta especies de flora procedentes de medio mundo, y numerosas aves. Pero la historia de este gran paseo de poco más de 300 metros comenzó hace muchísimos años y llegó sobre ruedas, allá por 1881, cuando se inauguró la línea de ferrocarril, auténtico motor del desarrollo cacereño. La mina, el tren, el progreso... la ciudad creció y aparecieron los ensanches: calle Nueva, Peña Redonda, Aldea Moret, Cánovas...

Este último sirvió de conexión entre el núcleo urbano de entonces, el casco viejo, y la plaza de América, que se convirtió en un nudo de carreteras donde confluían las de Salamanca, Medellín, Badajoz y Mérida, próximo a la estación de tren. También por entonces nació el primer cinturón periurbano: Hernán Cortés (1903). Pero Cánovas apenas se desarrolló en el siglo XIX, y sólo vio levantarse tres edificios: el Hospital Provincial (1892), las Hermanitas de los Pobres (1885) y el Parador del Carmen. El resto eran cercas y campos de cebada.

Fue en 1910 cuando Luis de Armiñán, por entonces director general de Obras Públicas, invirtió en la adecuación del paseo: dos vías laterales y un parque en el centro. Pronto se utilizó para actos oficiales y marchas militares. Años después se permitió la circulación en horas laborables, y el ayuntamiento construyó aceras que fueron muy criticadas por la mayoría. Sólo los adinerados se decidieron a pasear por el frontal de las Hermanitas de los Pobres, que pronto tuvo un nombre: acera de los cursis .

De ruta por medio mundo

Parece que los cacereños cedieron muy pronto el protagonismo de la ciudad a Cánovas. El mimo de los lugareños de entonces y de ahora, y las aportaciones de especies vegetales de medio mundo, gracias a ciudadanos como el ya fallecido Diosdado Simón (biológo y jefe de Parques y Jardines), han enriquecido la herencia del parque hasta hoy. Una pequeña joya botánica que pasa desapercibida para muchos, y que ahora puede descubrirse a través de esta guía didáctica. Líquenes, musgos, helechos, antiguas gimnospermas y dicotiledonas, árboles, arbustos, trepadoras, cespitosas... En Cánovas están representados todos los rincones del planeta.

Al sur del paseo, hacia la Cruz

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