Llegó a la mina en 1946 con 16 años y se marchó 22 después. Cada día iba en bicicleta desde el centro a Aldea Moret. Pasaba siete horas bajo tierra y recibía un sueldo de 8,25 pesetas al mes, que le dio para sacar adelante a tres de los cuatro hijos que tuvo siendo minero. De su oficio recuerda que, a excepción del 4 de diciembre, se trabajaba a diario a tres turnos. "Unas veces cargábamos las vagonas y otras llenábamos las tolvas".

La mina funcionaba como una cadena de trabajo. Los barreneros abrían camino a los mineros, que arrastraban "aquellas piedras blancas" que luego subían "por la jaula en las vagonas", dice Arnela para definir el ascensor que le llevaba al exterior. Tras el cierre de las minas, tuvo que ganarse la vida en un almacén de materiales de construcción hasta poder disfrutar de sus cuatro nietos."Había que trabajar en la mina porque por aquel entonces no había otra cosa", recuerda el minero, que pasea ahora sin nostalgia por el lugar donde creció.