Mi amigo Buitrago reparte su tiempo con gran amabilidad a los clientes de su oficina de ahorros, el baloncesto y reverdecer la fiesta del Carnaval en nuestra ciudad para devolverle el fasto y la aglomeración que tuvo durante unos años. Mi amiga Vicky tiene el mismo empeño con el Carnaval en el que participa con una comparsa tan jaranera y encantadora como ella. Yo creo que se han confundido de fiesta, porque nuestra ciudad es muy festera, pero de otra clase de fiestas.

A los cacereños les van las fiestas tradicionales, con pestiños, roscas y cocido, a ser posible gratis. En el último extremo están dispuestos a contemplar cualquier clase de desfile que recorra nuestras calles, sean unos jubilados daneses, sean los dragones de san Jorge, sean los Reyes Magos, sean los Carnavales mismos. Incluso se acercarán a Cánovas para ver la exposición de productos extremeños, los libros usados... Pero participar, lo que se dice participar, les gusta muy poco. Sin embargo, al mismo ritmo que decrece el festival carnavalero aumenta el folclore de la semana santa. Lo escribo con minúsculas porque lo que promocionan algunos es una semana turística, muy lejana de la solemnidad religiosa que la originó. A mí me parece que es un caso digno de ser estudiado y que pone de manifiesto la idiosincrasia de nuestra ciudad. Tradicional, católica a su modo, conservadora, poco dada a experimentos ni novedades. Nada de disfraces; túnicas. Nada de comparsas; cofradías.