TUtna de las características de nuestros niños, adolescentes y jóvenes es su precocidad. Consumen las etapas vitales a tal velocidad que los adultos se preguntan si no estarán quemándolas sin disfrutarlas en su totalidad.

Una amiga, profesora en un centro concertado de nuestra púdica ciudad, me enseña un papelito que ha requisado a un alumno. Resulta extraño que a estas alturas aún se utilicen los papeles para comunicarse en clase pero quizás no tenían batería en el móvil.

Contiene dos escritos. El primero de una chica de diez años que reza: "La tienes tan grande que no me cabe en la boca". La respuesta del chico, de su misma edad es:"Eso quisieras tú, que te la metiera en la boca".

Probablemente sus profesores pondrán sumo cuidado en elegir las palabras más inocentes cuando se dirijan a esos mismos niños sin sospechar que están de vuelta y sus padres pondrán el grito en el cielo si alguien pretende educar su sexualidad. Acaso tengan razón y quienes deban dar clases de sexualidad sean los chiquillos que parecen estar mucho mas informados y desinhibidos que los adultos.

En cuanto a la actitud que adoptó la profesora me permito omitirla y preguntarle al lector. "¿Qué hubieras hecho tú?". ¿Cómo habrán reaccionado los padres de las criaturitas al enterarse? Quizás no estemos preparados para estas cosas.