No faltó nada, salvo el sol. Toreros entregados, buenos muletazos, pases de pecho, chicuelinas, ovaciones, algunos pitos para los picadores, sustos a punto de acabar en cogidas, pasodobles, paparazzis y mucho ánimo en el tendido. El IV Festival Taurino de Aliseda, organizado por Miguel Báez Litri , el empresario Sánchez Cáceres y el ayuntamiento aliseño, acabó con una espectacular sucesión de trofeos: todos los diestros se llevaron dos orejas y rabo, y el astado de Oscar Higares volvió indultado a los chiqueros.

El público se volcó con Litri, que reside desde hace años en la finca Los Guateles, a 13 kilómetros de Aliseda. Es el auténtico padrino y artífice de este festival benéfico, destinado a obtener fondos para modernizar la residencia de ancianos del pueblo, que actualmente no puede atender a los impedidos. "Ha sido extraordinario. Público y toreros nos hemos divertido muchísimo, sobre todo porque el objetivo es una buena causa. Vamos camino de conseguir que este festival benéfico se convierta en una tradición", declaró Litri a EL PERIODICO, visiblemente animado al final de la tarde.

Ocho astados

Tras la entrega de flores a los toreros por parte de los mayores de Aliseda, comenzó el festejo. El tendido se llenó (2.000 aficionados) y los novillos de Los Guateles dieron juego. Litri recibió palmas en los primeros pases con el capote, aunque la alegría del público se tornó en angustia cuando el astado tiró al picador del caballo. El diestro onubense animó pronto el ambiente con muletazos a derecha e izquierda que arrancaron aplausos. Mató de una estocada. La plaza se puso en pie para pedir orejas y rabo. La presidencia fue condescendiente.

Finito de Córdoba encandiló a la afición con su toreo elegante y sus pases de pecho. Aunque pinchó con la espada, recibió orejas y rabo, un trofeo que se repitió toda la tarde. A Manolo Sánchez le tocó un novillo con mucha fuerza, que acabó matando de medio estoque y descabello. Raúl Gracia El Tato se llevó aplausos con la muleta y mató de media estocada.

Oscar Higares puso en pie a la plaza con sus chicuelinas y arrancó los olés con el capote y la muleta, rodilla en tierra. Su astado fue indultado mientras el público gritaba "¡torero, torero!". El diestro cacereño Manuel Bejarano se entregó a la faena ante su afición y provocó algún momento de angustia con sus pases arriesgados, seguidos de olés . Mató con la espada tras estocada y pinchazo.

Leandro Marcos lidió un novillo con mucho arrojo. Respaldado por los aplausos, acabó su faena de una estocada. Jairo Miguel, hijo de Sánchez Cáceres, fue la gran sensación de la tarde con su arte y valentía ante un añojo entregado. El joven demostró que hay torero.