Era la crónica de una muerte anunciada. El cedro de Primo de Rivera dijo el domingo adiós tras diez meses de agonía. Durante más de medio siglo formó parte del paisaje de esta avenida, hasta que el pasado 20 de julio fue trasplantado al parque del Príncipe porque su presencia en Primo de Rivera era incompatible con la construcción del párking subterráneo.

Eran los días de más calor en la ciudad. Ya entonces los jardineros advirtieron que no era la mejor época para su traslado, lo que hacía complicada su supervivencia. Dieron de plazo hasta el próximo mes de septiembre para conocer si la conífera lograba pasar el trance, pero se quedó sin vida antes de lo previsto.

El traslado no estuvo exento de polémica, ya que recibió las críticas de colectivos ecologistas de la ciudad y hubo manifestaciones para mostrar el rechazo a que el árbol se quitara de Primo de Rivera. El viaje hasta el parque del Príncipe duró siete horas, pero salió mal desde el principio. Días antes se preparó el cepellón de más de dos metros por uno y medio de profundidad con el que se pretendían trasladar intactas las raíces pero, al tirar del árbol con la grúa para subirlo al camión, el cepellón se desmoronó. Dejó al descubierto sus pequeñas raíces, insuficientes según los especialistas para aguantar un trasplante de esas características. Además durante el paseo hasta el parque del Príncipe perdió gran parte de sus ramas.

En el pulmón verde de la ciudad se ubicó en una zona estratégica junto a otras coníferas. Durante todos estos meses ha permanecido sujeto al suelo con unos palos de madera y unas cuerdas para proteger que el viento pudiera derribarlo. Al principio lo regaban días alternos, después al menos una vez a la semana y le han echado abono y dado multitud de cuidados para intentar que sobreviviera. De hecho, al comienzo de la primavera, las expectativas eran positivas, ya que comenzaron a brotar algunas hojas nuevas. Sin embargo no han logrado sobrevivir porque las raíces no han cuajado en la tierra. Su color marrón llama la atención entre la multitud de árboles verdes y brillantes de su alrededor.

El cedro ha sido un icono para muchos cacereños. De hecho durante los primeros meses del traslado la conífera recibió la visita de decenas de curiosos que pegaban papeles con mensajes de ánimo en su tronco o dejaban piedras escritas en el alcorque.

"Ha sido un mal ejemplo de una intervención urbana. Cuando lo trasplantaron hice una apuesta y dije que si sobrevivía me comprometía a pagar el traslado pero si la alcaldesa lo pagaba si moría. Nunca me contestaron porque sabían lo que iba a pasar. Es una pena", dijo ayer el catedrático en Biología, Chema Corrales.

Será retirado en los próximos días para evitar que se desplome ya que, al carecer de vida las raíces, estas pueden perder capacidad de sujeción al terreno, lo que podría desembocar en su caída de forma incontrolada. Según indicó ayer el ayuntamiento, la empresa responsable de la construcción del párking, Riosa-Herce, se ha comprometido a sufragar la reposición del cedro por otro de similares características. Aún no ha trascendido su nueva ubicación.