Ya se sabe que es mucho más fácil abrir un bar que una librería. Como que hay bares abiertos sin licencia municipal. Bueno, pues es mucho más fácil cerrar una librería (Boxoyo) que un bar. Basta la sospecha de que puede hundir un edificio. Y eso que decía mi abuela que el saber no ocupa lugar. Y si no ocupa lugar es que no debe pesar nada. Pues pesa. Claro que pesa. Porque en una librería se pueden encontrar razones para criticar un ayuntamiento, una situación social, unas maneras de entender la economía. Mientras que en un bar se pueden encontrar razones para olvidarse de tales desagradables menesteres y salir cantando. Es posible que algún informe técnico alerte sobre posibles daños causados por el peso de los libros. Pero no menos posible es que otros informes digan lo contrario, pues ya se sabe lo que sucede con los informes técnicos. Si embargo, en cualquier caso, resulta sorprendente que esos informes sean seguidos de rápidas resoluciones mientras que los informes sobre ruidos no encuentran eco en nuestras autoridades. Parece que les interesa más propagar la ebriedad que la lectura. Así nos va. La vida cultural de Cáceres es desconocida en el mundo pero el botellón es de los más famosos.