Hace años, quizá en la segunda mitad de los 80, estos pagos de los Alcores no estaban urbanizados. El club de golf era sólo un proyecto y nos reuníamos en una barraca con improvisado bar. Una tarde, como muchas otras, paseábamos mamá, papá (creo recordar que tío Antonio Acedo y Manuel, mi hermano, también estaban) y yo hacia la Ermita de San Benito. A mí me gustaba contemplar las ruinas e intentar identificar la iconografía de los maltratados frescos. Al acercarnos al templo un olor penetrante se percibía y el persistente zumbido de las moscas. Al entrar en la nave principal vimos una cabra degollada sobre el altar y un pentáculo dibujado en el pavimento. Entonces --adolescente piadoso y timorato-- recé la oración de San Miguel, como lo hago ahora, por si acaso... No volvimos, en mucho tiempo, a ver la ermita.

Lo cierto es que más que ermita, bien podría considerarse iglesia, por sus dimensiones amplias, sus tres naves (caso único en Cáceres, junto con Santa María) y la tradición que nos habla de su origen visigótico y su carácter de cenobio benedictino. No hay pruebas documentales que avalen tales creencias, basadas en un cronicón del benedictino Fray Antonio de Yepes. Sí existe un arco que manifiesta antigüedad notable, pero no sería descartable el acarreo o la reutilización.

Grande fue la devoción del Patrón de Europa en Cáceres que tuvo tres ermitas, la de la Plaza (substituida por la de la Paz en el XVIII), la de la calleja de su nombre, junto a la Audiencia y ésta. La primera prueba documental del templo es de 1544, cuando se contrata con Francisco de la Hermosa la talla de su desaparecido retablo (fue substituido por otro rococó que se trasladó, junto con otros enseres a la Iglesia de San Eugenio, como ya vimos), encargado por la cofradía del santo: e yo Francisco de Hermosa pintor vº de la villa de las Garrovillas (...) decimos que somos con§ertados, convenydos e igualados que yo(...) haya de hazer e haga un rretablo en la dha yglesia del Señor San Bº questá en el canpo .

Las obras que se hicieron para rehabilitarla dieron una prueba de que su antigüedad era anterior: la aparición en un muro de una moneda de tiempos de Enrique IV, más concretamente una media blanca de vellón de 1471. Si este monarca dominó la Villa desde 1469 hasta su muerte, la de 1471 será la fecha máxima de la antigüedad de la actual fábrica. El edificio, que fue reformado en 1764 por Narciso Hurtado, es de sillería y mampuesto, con portada apuntada a sus pies. El interior presenta tres naves, divididas en tres tramos y un notable ábside ochavado con airosas crucerías. Allí existen unos interesantes frescos del XVII que representan a San Francisco, la Piedad, San Cristóbal, la Resurrección y un santo acorazado, tal vez San Jorge, San Pancracio o San Expedito.

Ermita ´militar´

Dentro del actual Cimov se encuentra la Ermita de Santa Ana, mandada edificar por Juan Velásquez de la Torre Dávila, Señor de Loriana, quien encargó las trazas a nuestro viejo conocido Pedro Gómez. Fue reformada en 1611 por Martín Blasco quien hizo la sacristía por orden del Obispo Pedro de Carvajal y en 1764 la reforma Pedro Topete del Barco, el munífico noble que trajo a Cáceres la devoción del Cristo de la Encina y costeó los retablos mayores de San Mateo y Malpartida de Cáceres, amén de otras obras pías y civiles, como la reconstrucción del Palacio Topete de Malpartida, propiedad hoy de Mercedes Guardado Vostell. La última restauración es de 1996.

Presenta al exterior un pórtico con inscripción, que protege una portada de medio punto. Existen en él pinturas murales atribuidas a Juan de Ribera, quien trabajaba en fecha similar en la Ermita de el Salvador (vulgo San Jorge) cercana a la Torre de los Mogollones, y, probablemente, en la capilla palatina del Castillo de las Seguras. En el exterior del templo cobran especial protagonismo los contrafuertes rematados en conos. El interior, de una sola nave y planta cuadrangular, se cubre con una bóveda de aristas sobre ménsulas. Está presidido por una imagen de Santa Ana con la Madre de Dios Niña. La sacristía muestra una interesante cúpula.

No lejos se halla la Cueva de Santa Ana, donde Carbonell, Canals y Sauceda han hecho espectaculares descubrimientos, que dan a Cáceres una antigüedad superior al millón de años en esta zona tan rica en vestigios arqueológicos. En tiempos existió cerca la Aldihuela, un poblado medieval que fue señorío de los descendientes de Cristóbal de Ovando y siglos más tarde de los Mayoralgo.

Y así, con el recuerdo de aquelarres, monedas enterradas, reformas, huesos milenarios y señoríos extinguidos paso enero, mes que suele invitarme todos los años a la melancolía y me debato entre la memoria de perdidos abrazos pretéritos y la esperanza de otros --incógnitos-- que se abran. Cae la tarde plomiza, y tras ella vendrá la noche, y sólo la noche camuflará mis altivas soledades con su manto protector.