Se abre el telón: aparecen los actores de La Botika para poner en escena una de las piezas que componen la velada teatral en la plaza de Santa María. Actrices y actores dan vida a los magníficos y apropiados textos de Francis Acedo. Pasa un coche. El público se aposenta en el suelo, empieza la función. Pasan dos coches seguidos, llevan prisa. Cuando empezamos a disfrutar de la obra en toda su plenitud. Pasa una moto a escape libre. Después de un pequeño paréntesis circulatorio termina la obra, total 20 minutos de buen trabajo de actores y público, alterados por los vehículos que rompen el encanto teatral de la plaza.

Comienza la segunda pieza, un texto de Rodrigo de Cota, perfectamente interpretado por los dos actores de Atakama Teatro. Pasa una furgoneta, nos tenemos que apartar. Hay que estar pendiente de los diálogos, a pelo, de los actores. Aparca un coche en la puerta del palacio del Mayoralgo, acelera varias veces, se bajan los ocupantes con portazo incluido, al rato se van, nuevo acelerón y portazos varios. La obra continúa por los derroteros que marca la magnífica interpretación de Fulgen. Pasa otro coche al que la reportera de Canal Extremadura, sentada en el suelo, tiene que esquivar para salvar la espalda. Este, hasta se queda un poco de tiempo allí parado para que la pareja ocupante pueda curiosear de qué va la cosa. Me aburro de tanto coche y desconecto de la obra, me dedico a contar cuántos coches quedan aún por pasar entre el público que asiste a una de las apuestas más interesantes del actual Festival de Teatro Clásico de Cáceres. Todavía pasan algunos más. Pero ya no me interesan, ya es demasiado tarde. Finaliza la obra, aplausos para los actores, abucheos a quien proceda y al público que le hagan un seguro de accidentes.