Cuando Antonio Sánchez Buenadicha se trasladó a vivir a Cáceres desde su Tornavacas natal «deje de ser un niño para convertirme en un muchachino». De esta forma tan descriptiva y sencilla explicó ayer este profesor, político y articulista de El Periódico como se convirtió en cacereño, en su caso como empezó a ser un cacereño de toda la vida, un catovi, término que inventó y que muchos cacereños utilizan para definir su origen. Lo hizo en la presentación en el Ateneo de su libro ‘Nadie más catovi que yo’.

A su intervención precedió la del exalcalde cacereño, José María Saponi, que introdujo al autor, «una persona de aspecto serio, pero quienes le hemos tratado sabemos de la fina ironía que le caracteriza», y a su obra, «refleja la forma de sentir de la sociedad cacereña, riéndose de su sombra y sin dejar de criticar sus pequeños y grandes vicios».

Buenadicha recordó su amplio currículum como catovi que le ha permitido escribir el libro «con facilidad, solo me ha bastado mirarme en el espejo, pero en un espejo cóncavo, que deforma la imagen y la exagera». Y confió en que el catovi que lea su libro sepa reírse de sí mismo, «y el que no lo haga y no le guste me puede mandar al infierno, que para un catovi es cualquier ciudad menos Cáceres», ironizó.

El autor definió al catovi como un ser contemplativo, al que no le gusta hacer, sino mirar, y que está deseando que convoquen manifestaciones a favor del tren y del hospital, «pero no para participar, sino para ir a mirar». A su definición del catovi añadió que es una persona «amable y sencilla, que se siente desprotegida y olvidada por el Gobierno y por la Junta».

En la primera parte de su libro explica el origen de Cáceres: «Vio Dios que en todas las ciudades importantes había grandes empresas, fábricas e industrias y la gente trabajaba mucho y paseaba poco. Entonces se dijo: ‘voy a crear una ciudad en la que no haya fábricas, ni industrias, ni grandes empresas y en la que la gente trabaje poco y pasee mucho’. Y creó Cáceres».

El patio del Ateneo, en el palacio de Camarena, se llenó en una presentación que se inició con puntualidad y que tuvo el mejor final para el catovismo: la participación de Franquete.