Se inauguró como el cine más grande de España con 1.998 butacas, y durante 34 años se convirtió en la fábrica de los sueños de miles de cacereños entre vaqueros, romanos, espadachines y las bellezas que se asomaban a la gran pantalla. El Coliseum fue el máximo exponente de la época dorada del cine cacereño, cuando ir a un estreno era todo un acontecimiento social, cuando los actores venían a presentar sus películas, y hasta la pantalla se adaptaba a los últimos avances cinematográficos para envolver al público en una y mil historias.

El Coliseum, el mismo que hizo viajar a los ciudadanos por todo el ancho mundo sin moverse del asiento, echó el cierre en 1995 y desde entonces ha permanecido veintidós años sin actividad. Pero en las últimas semanas ha salido del letargo al conocerse que la Fundación Caja Extremadura, su propietaria desde 1997, baraja un puñado de propuestas para alquilarlo, entre ellas un gimnasio. Sus responsables han transmitido a este diario que siguen estudiando las opciones, tras fracasar el intento de convertirlo hace una década en un centro cultural.

Pero la historia de este coloso, que ocupa un lugar estratégico en el paseo de Cánovas, se remonta muchos años atrás. «Realmente Cáceres fue pionera en cine, puesto que ya en 1896 acogió una proyección de cinematógrafo durante la feria, solo un año después de la primera exhibición de los hermanos Lumière en Francia. Muy pocas ciudades en España habían tenido este privilegio», explica Fernando Jiménez Berrocal, responsable del Archivo Histórico Municipal y Cronista Oficial de Cáceres. Ya en la Segunda República se inauguraría el primer cine local, el Norba, luego en la década de los 40 se sumaría Capitol, y en el año 1961, en plena época de oro del celuloide en la ciudad, comenzarían las obras del gigante por excelencia, el Coliseum, impulsado por Manuel Llopis Ivorra, un obispo especialmente activo que transformó buena parte de la ciudad.

«Se levantó sobre parte del corral de las Hermanitas de los Pobres. Ocupó las plantas bajas de un nuevo edificio que se conoció con el mismo nombre. Fue inaugurado el 1 de abril de 1962 con una película insigne en la época, ‘Rey de Reyes’, de Nicholas Ray, basada en la vida de Jesús de Nazaret», recuerda el cronista. Y aunque Llopis Ivorra concebía el cine como una forma de divulgar las costumbres cristianas, el Obispado convirtió al Coliseum en sala de referencia para grandes estrenos de todo tipo, desde La Conquista del Oeste a Mary Poppins, Aprendiendo a morir, Sonrisas y lágrimas, Las sandalias del pescador, ET el extraterrestre o delicias de Disney como La bella y la bestia.

«Fueron unos años espectaculares para el séptimo arte en Cáceres. De hecho, el Coliseum se convirtió durante meses en el cine más grande de España, en el rey de las salas, hasta que abrió el Emperador en Madrid que apenas le ganaba por unas localidades», relata el historiador cacereño José Manuel Martín-Cisneros. Pero no solo fue el más amplio (hoy no existe cine ni auditorio con un aforo similar en Cáceres), sino el más avanzado. «Siempre tuvo una apuesta decidida por la modernidad, incorporó el Cinerama, el Todd-AO, el Cinemascope, el ‘Surround Sound’..., todas las técnicas que hacían las películas más espectaculares, con mejores elementos de proyección», recuerda Martín-Cisneros. De hecho, se realizó una reforma para agregar los espacios ornamentales laterales a la pantalla, «que fue la más grande de Extremadura».

DEMOCRACIA EN EL AFORO / Además, Llopis Ivorra diseñó el Coliseum con unas características muy particulares: todas las butacas estaban concebidas de la misma forma, cómodas y almohadilladas, fuese el patio de butacas o el anfiteatro, sin la clásica distinción de otras salas de la época. «El obispo quería que cualquier persona pudiera disfrutar del recinto como el resto», subraya Cisneros.

Un gran cine que organizaba con frecuencia eventos hoy solo reservados a las grandes ciudades. «Era costumbre que cuando se estrenaba un filme, el personaje famoso de la época viajara a Cáceres para estrenarlo. Recuerdo a Rocío Jurado, que vino a presentar la película Los Guerrilleros, que protagonizaba con Manolo Escobar, y también a Rocío Dúrcal’, rememora Martín-Cisneros. «Hablamos de unos acontecimientos impresionantes, grandísimos estrenos en la época dorada del cine, era muy difícil conseguir una entrada», señala.

La programación estaba dirigida por la Obra Interparroquial Recreativa del Obispado de Coria-Cáceres. Llopis Ivorra encargó su gestión al sacerdote Félix Sánchez, «una persona encantadora, muy conocida, se le recuerda siempre con su cigarro. Tuve la suerte de ser amigo de su sobrino y nos dejaba entrar», confiesa Martín-Cisneros.

El Coliseum albergó presentaciones, entregas de premios y otros eventos ajenos al cine, incluso un pregón de Semana Santa, dado su aforo y su buena audición, pero todos los ciudadanos lo recuerdan por sus películas: la sesión continua, las programaciones infantiles, las programaciones de noche y los estrenos del fin de semana, «que en Cáceres eran muy solemnes porque iba toda la familia arreglada para la ocasión y había que reservar las entradas», explica Martín-Cisneros. Y es que, sobre todo en los primeros años del Coliseum, no había muchas alternativas al cine en la capital cacereña.

Y por supuesto tenía su ‘día del espectador’, llamado ‘La Fémina’, que se extendía a otros cines y que consistía en que una vez a la semana la mujer podía entrar gratis con un acompañante (hombre o mujer). En general «existía la entrada de patio, club y gallinero, además de un puestecito dentro del propio cine donde la señora Joaquina Picapiedra atendía a los muchachos que le comprábamos bolsas de pipas y palomitas», narra Fernando Jiménez Berrocal. «Cuando éramos niños, aprovechábamos la sesión infantil de los domingos para salir de nuestros barrios e ir al cine», señala. En definitiva, «un sitio entrañable unido a la memoria de muchas generaciones. Una parte de nuestra infancia se encuentra allí, nos hizo descubrir el mundo a través de la gran pantalla», reconoce el cronista.

De los acomodadores, el más famoso fue Francisco Caso, muy conocido. También la taquillera, Concha, a la que los ciudadanos acudían prestos a reservar entradas. «Todo ello fue marcando la vida del Coliseum hasta que comenzó el declive de los cines con la aparición del vídeo, una revolución que permitía ver las películas en casa», recuerda Cisneros. «Llegó a haber días sin público en la sala», recuerda Jiménez Berrocal.

Fue el último de los grandes cines cacereños en cerrar. Lo hizo a finales de 1995. Un año después, el local, en el número 15 de la avenida de España, pasó a manos de Caja Extremadura por más de 200 millones de pesetas para construir un amplio centro cultural. El ayuntamiento dio vía libre en 2005 al proyecto, que más tarde chocó con el nuevo plan de urbanismo. La entidad financiera compró incluso un inmueble anexo en el número 4 de la avenida Virgen de la Montaña para levantar otro bloque de siete alturas y darle una salida de emergencia por el bajo, como requisito obligatorio.

Ya en 2009, la caja renunció al proyecto por la oposición de los vecinos del inmueble y por problemas de ordenación urbanística. Ocho años después, el Coliseum salta de nuevo a la actualidad en busca de un futuro.