Hace unos días nos ilustraba Miguel Angel acerca de los hábitos de compra de los cacereños. Pero faltan datos. Por ejemplo ¿qué sucede cuando un hombre va de compras?. En primer lugar que los vendedores le reciben con mucha más alegría que a su esposa pues saben que necesariamente le venderán algo ya que no acostumbra a ir a mirar. En segundo lugar que aciertan con la primera pieza que le muestran. Nunca le cuelgan las chaquetas, nunca le tiran los pantalones, nunca la vestimenta ofrecida deja de ir con el color del jersey, siempre es su talla hasta el punto de que no es necesario probarse. Y nunca es caro. Además es que jamás va a cambiarlo. Su esposa sí, pues no se sabe por qué al llegar a casa la chaqueta cuelga, el pantalón tira, no es su talla y encima no va con el jersey.

Otra cuestión. ¿Qué hacen los hombres mientras sus esposas van a comprarse ropa?. El 60% se queda en casa viendo el partido. Del 30% restante, un 20% la acompaña hasta la entrada del comercio y se va a tomar una cerveza. El 60% mira las tetas de la dependienta aprovechando que su esposa se ha metido en un vestidor con cuatro faldas, seis blusas y tres chaquetas. El 17% asegura que ese vestido no le gusta. El 1% ayuda a buscar un vestido adecuado. El 2% permanece asomado a la puerta del establecimiento.

¿Y cuando ambos van a comprar alimentos al híper?. Puesto que debe luchar con un carrito que ni el mismísimo Schumacher ha conseguido conducir con destreza le es imposible prestar atención a las estanterías de los garbanzos y detergentes. En cambio se fija mucho en los berberechos, en los quesos y en las cervezas. Bueno, y en algunas compradoras y cajeras.