Tu compromiso mejora el mundo’ es el lema elegido por Caritas para su campaña institucional de este curso, y por tanto, de inminente actualidad cuando vamos a celebrar dentro de poco el Día de la Caridad.

Si queremos lograr los cambios necesarios en la sociedad, es necesario contar con personas comprometidas, personas que sean capaces de conmoverse ante lo que ven y ante lo que viven. Ser comprometido no es algo para el ‘fin de semana’ o que hago los momentos en que me conviene, es una manera de estar y de ser, es una manera de entender y de explicar lo que pasa. La persona comprometida no puede permitirse el lujo nunca de permanecer indiferente ante lo que sucede a su alrededor.

Si eres comprometido eso te lanza a lograr cambios en el mundo que te rodea, porque reconoces las veces en las que muchas decisiones no ponen a la persona y su dignidad como centro de la mismas, sino que buscan otros intereses que para nada tiene que ver con lo anterior. ‘Valentía, creatividad, denuncia y acción’, son actitudes que resumen a la perfección la manera de obrar del comprometido.

Es verdad que cada uno puede sentirse interpelado por este mensaje, pero es mejor hacerlo en comunidad, por eso cuando esto se vive de forma comunitaria no solo es más afectivo, sino más efectivo.

El compromiso cristiano se fundamenta en la persona de Jesús de Nazaret y en la realidad del amor de Dios a toda la humanidad. La vivencia de su fe la experimenta en la presencia de ese Dios Padre en cada persona necesitada que conoce.

Caritas organiza siempre sus campañas para sensibilizar a todos (creyentes o no) de la necesidad de seguir siendo solidarios con los que menos tienen de nuestra sociedad. La organización católica de prestigio reconocido continúa haciendo honor a su nombre, demostrando continuamente que la caridad es imprescindible en el mundo en el que vivimos, y no en el que nos gustaría vivir.

La caridad trabaja por la justicia y pierde su sentido cuando la misma deja de ser su objetivo final. Pero la justicia no puede existir sin la caridad (y hace muy mal cuando la desprecia) porque pierde, por un lado, el rostro concreto de la persona necesitada, y por otro, desprecia la necesidad de la respuesta inmediata a las situaciones urgentes y desesperadas que no pueden esperar para ser solucionadas.