Sus ojos grandes miran como una niña al mundo; sus manos calientes transmiten la energía que anoche encendió el escenario principal del Womad en la plaza Mayor. Concha Buika se confesó para EL PERIODICO con la mirada de una aprendiz que disfruta de la vida.

--¿Qué le sugiere este festival y en este lugar?

--Es un lugar precioso, aunque acabamos de llegar, la verdad.

--La veo muy bien...

--Sí, sí, muy bien, igual que tú.

--¿Qué sensaciones tiene ante tanto público?

--Como dice mi novia, me siento pajarillo (de nuevo, risas).

--Cuánto ha crecido. ¿Cómo asiste a todo ello?

--No soy muy consciente. Nunca he leído una entrevista ni me he visto en vídeo.

--¿Por qué?

--En una secuencia lógica de vida la repetición es un error. No he visto pasar un pájaro dos veces. ¿Para qué voy a volver a vivir lo que ya he hecho? Ya lo hecho. Tengo al arte como la única religión legítima que existe. Curiosamente, todas las demás religiones se apoyan en el arte para poder subsistir. Utilizo el arte como elemento de redención. A mí ya me ha ayudado. Entonces, yo lo grabo y lo canto para ver si puede ayudar a alguien también.

--¿Qué le mueve a vivir?

--Me motivan el amor y la lucha. Es que soy guerrillera.

--Ha salido de abajo...

--El infierno también es una pared en la que apoyarse. Lo que necesitamos es un punto de apoyo; da igual que sea el cielo, el infierno, el este, el oeste o la derecha de la derecha o la derecha de la izquierda. Necesitamos un punto concreto para despegar otra vez. Lo importante no es morir sino recordar cómo respirar después.

--¿Y su nuevo disco?

--Es muy valiente y desnudo.

--Se la asocia a la renovación de la copla...

--No sé, nunca me hago ese tipo de preguntas y no sé contestar.

--¿Cuál ha sido su último momento de felicidad?

--Hace tres días. Me enamoré.