Me siento engañado; me aseguraron que las nuevas tecnologías llegaban, sobre todo, para facilitarnos la vida: ¡falso de toda falsedad! Ahora resulta que para estar conectado, consultar internet, recibir y enviar correos, mensajearte con los amigos y reírte con los memes que se diseñan en tiempo récord, no te queda más remedio que ponerte al servicio de las dichosas maquinitas.

Por eso, si no fuera bastante con encontrar un espacio en el que colocar tanto cachivache con tanto cable, debemos además aprender usuarios y contraseñas de todos ellos, y no tenerlos a la vista por lo que pueda pasar. Por si eso fuera poco, nos bombardean con consignas y mensajes acerca de la importancia de estar al día en el asunto, de reciclarse, no sea que el numeroso y carísimo aparataje que han puesto a disposición en los centros educativos no tenga el uso adecuado en cantidad y en calidad. Y para acabar de redondear la cuestión nos advierten de que las profesiones del futuro tendrán que ver, casi completamente, con las nuevas tecnologías.

Pues bien, así las cosas, y para no ser menos que nadie, --hasta ahí podríamos llegar--, me echo la manta a la cabeza y me voy a la capital autonómica a una jornada sobre la materia en cuestión. Mi primera sorpresa es la gran cantidad de asistentes, no sé muy bien si por la importancia del tema o por otros asuntos más prosaicos. De cualquier manera, me siento en un lugar discreto con acceso fácil a la puerta de salida por si las moscas, y agarro mi bolígrafo y mis folios con la mejor disposición. Cuando empieza la lluvia de acrónimos y la ponente repite un par de veces «vosotros y vosotras» e intenta ironizar con un pésimo sentido del humor que «algunos y algunas» celebran, decido dejar de escribir y otear despacio el panorama, como método infalible de desconexión.

Para cuando salimos a tomar el café y recibo el tercer codazo camino del churro «que no sea que se acaben», ya me he resignado a reconocer que estoy mayor, que no aguanto los empujones de los hambrientos, que me cuesta salir de mi zona de confort; y hago votos para que, por favor, ¡no me retrasen la edad de jubilación!