El martes actuó en el Auditorio San Francisco un conjunto musical catalán. Compitieron con éxito con un partido del Madrid, que ya es decir. Uno quiere ser bien pensado y suponer que la masiva asistencia no se debió a la gratuidad del espectáculo --pues lo organizaba el ayuntamiento como punto de salida de la campaña para optar a la capitalidad-- sino a que en Cáceres hay afición a la buena música. Hesperion XXI y La Capella Real de Catalunya, que así se denomina el grupo, recorre el mundo con éxito, tiene ganada una justa fama y recogidos muchos premios. Como fácilmente se deduce del nombre tiene su sede en Cataluña. Pero entre sus componentes hay argentinos, franceses, vascos, italianos y... catalanes. Porque la calidad no tiene nada que ver con el carnet de identidad y cuando uno desea llevar a cabo un proyecto ambicioso y triunfador no mira la partida de nacimiento. Nada hay más frustrante y empobrecedor que la xenofobia más o menos patente que se manifiesta al "mirarse el ombligo nacional". Sin embargo la universalidad enriquece. De ahí la diferencia entre la producción de un tipo como el tal Rubianes y de un sabio como Jordi Savall. Hay mucho pueblerino por ahí.