El de San Pablo es un convento intramuros que fue fundado en el año 1492. Ubicado en la plaza de San Mateo, en lo más elevado del casco histórico, alberga en la nave de su iglesia un sencillo retablo barroco. Es de un solo cuerpo articulado y adaptado al testero en tres calles y remate, sin dorar ni policromar. Separan las calles columnas cuajadas de querubines y motivos vegetales. En los flancos destacan estípites muy recargadas. Diversas son las piezas de arte mueble que se conservan en su interior. Lo más destacable y monumental es el retablo mayor, de estilo churrigueresco, que se alza en el presbiterio, con cabecera ochavada, quizás trazado por el mismo Manuel de Lara y Churriguera, pero cuya ejecución sabemos que fue encargada y llevada a cabo en 1733 por el arquitecto salmantino Luis González.

Realzan el interés del bello conjunto varias tallas barrocas en madera policromada: la imagen de la Virgen del Carmen, del siglo XVIII, en la calle central; San Francisco de Asís, obra de 1657, y San Pedro, también del siglo XVIII en la calle del Evangelio; Santa Clara y San Pablo en la de la Epístola, del mismo siglo.

Se remata todo con una gran talla en altorrelieve que representa la caída de San Pablo, con figuras de gran movimiento y dinamismo, situadas en la superficie que simula la semicúpula gallonada del retablo.

Como he comentado en alguna ocasión en mi itinerario estético retablístico, por razones de espacio no se le puede dedicar un artículo a cada retablo pero para paliar esto en alguna ocasión al menos dedico unas líneas para mencionar que es de notable interés en este mismo convento el retablo barroco que se encuentra en la capilla del lado de la Epístola, con un completo repertorio de elementos arquitectónicos, escultóricos y pictóricos, correspondientes a la etapa barroca clasicista de la primera mitad del siglo XVIII. Está formado por un banco con cinco óleos sobre tablas, representando a San Agustín, San Francisco Rey, Cristo de la Victoria y Santa Catalina.

Flanqueada por columnas y dentro de una hornacina se aloja una escultura de madera policromada que representa a Santa Isabel de Hungría. Se remata con una talla del crucificado, también policromado, y se completa con una pintura sobre tabla representando a la Virgen y San Juan. El conjunto es de hacia 1640.

Además de la visita cultural para disfrutar del retablo, también es agradable para el visitante degustar los manjares que elaboran sus monjas franciscanas.