La Unión Europea quiere convertir la capitalidad cultural del 2016 en una carrera de obstáculos y Saponi ha dicho que no le gusta nada eso de ponerse un dorsal y correr como si esto fuera un campeonato olímpico. Lo de la capitalidad cultural se está convirtiendo en un calvario y eso que aún faltan 11 años para que llegue y siete para que se decida.

Al alcalde, y con él a toda la ciudad feliz , le gustaría una lucha más abstracta, donde cuente más el espíritu que el dinero, las ideas baratas, pero originales, que el número de auditorios, certámenes y conciertos que se organicen.

Por ahora, nuestra gran rival no parecer ser Málaga y menos Tarragona, a pesar del tripartito del demonio Carod. Nuestro rival más encarnizado es Córdoba y tenemos un problema: los cordobeses sí que parecen dispuestos a competir con dorsal y hasta con trampas.

El apoyo de Moratinos

Porque lo malo de Córdoba no es que cuente con el apoyo de Moratinos, que al fin y al cabo, no sabemos dónde andará dentro de siete años, ni con el empuje de la ministra de Cultura, que parece flor de un día y entretenimiento pasajero de los muñegotes de Canal Plus.

Tampoco ha de preocuparnos que la ministra María Antonia no diga esta boca es mía. Mientras no cambie su equipo de publicistas y asesores de imagen, lo mejor es que no se meta en este berenjenal porque lo puede desgraciar. Pobre ministra de la Vivienda, todo lo que sugiere se le tergiversa y es la ministra menos valorada, pero no por sus propuestas ni por sus medidas, sino tan sólo por sus insinuaciones.

Lo que verdaderamente debe preocupar a la ciudad feliz es que los cordobeses juegan sucio. No se les ha ocurrido mejor manera de pugnar por la capitalidad que reinventarse el espíritu de Almanzor y recomenzar la Reconquista, pero no por Santiago y cierra España, sino por su mayor rival para el 2016.

Desde ya, Córdoba amenaza con reconquistarnos pueblo a pueblo y ha comenzado por un emblema de la periferia cacereña: por Arroyo de la Luz, la villa dormitorio más grande de los alrededores de Cáceres, la que, según se dice en los institutos de belleza y estética, más se parece a la ciudad feliz por la afición de sus ciudadanas al lifting , al peeling , al láser, al rizo, al rayo uva y a la chocolaterapia.

Sí, lectoras y lectores. Arroyo de la Luz está en peligro. Según reza en los sobres de azúcar del café-pub-restaurante donde más bodas arroyanas se celebran, este pueblo cacereño ya es de Córdoba y mucho nos tememos que la cosa no se quede ahí. Mientras la ciudad feliz se cree líder espiritual de la capitalidad con la revolución de los puntinos de colores, Córdoba hace caso omiso a Saponi, se apunta a la competición con dorsal y empieza pegando duro y quitándonos los pueblos.