A una corrida de toros lo primero que hay que pedirla es que salga pareja de hechuras y presentación. Y la corrida, con los dos hierros de Juan Albarrán, fue bonita por lo reunido de la mayoría de los toros, cuatro de encaste Núñez y dos de procedencia Arribas, de Los Guateles, lidiados en segundo y cuarto lugar. Por encima de todo el encierro, casi todo, tuvo la gran virtud de la movilidad, con el defecto, algunos toros, de que les costaba humillar. Y, a decir verdad, sólo El Cordobés lo aprovechó.

El primero de Manuel Díaz, El Cordobés, resultó un toro de gran dulzura pero le faltó transmisión y raza. El torero le lanceó bien a la verónica, ganándole terreno hacia los medios. Fue esa una faena que la firmaría cualquier torero que guste del toreo clásico, porque El Cordobés supo llevar a ese astado muy tapado y muy despacio, dejando para otra ocasión sus desplantes.

El toro de la corrida fue el quinto, que tuvo lo que es consustancial a los buenos toros de Núñez, ese tranco de más que los distingue, ese rebosarse en la muleta. Espatarrado, con su muy particular estética pero con un buen sentido del temple, fue desgranando el diestro las series en redondo, correspondiendo al buen son del toro. Al final --no sería si no El Cordobés-- prodigó el salto de la rana y esos desplantes, que el público cacereño aplaudió. Paseó las dos únicas orejas de la tarde, lo que le suponía abrir la puerta grande.

El toro que abrió la corrida era de preciosas hechuras pero mintió, pues tuvo un punto de genio e hizo una pelea a la defensiva, de poca entrega. No humillaba y no tenía recorrido. Jesulín, firme en los toques y alegrándole con la voz, le sacó algunas series con la derecha sin que calaran en exceso en los tendidos.

El cuarto fue un burraco terciado pero muy bien hecho. Se movió mucho pero no acabó de seguir la muleta por abajo. El trasteo de Jesulín fue muy largo, con algunas series en redondo limpias pero poco emotivas, porque el lado mecánico del torero de Ubrique fue el que imperó.

Canales Rivera dijo muy poco ayer. Tuvo un manso que tomaba bien el engaño. Y a él respondió con la muleta muy retrasada en los cites, con poca confianza. El sexto era un bonito castaño, al que castigaron en exceso en varas, por lo que llegó parado al último tercio. Y en el faena de Canales Rivera hubo mucha pose y poco toreo.