Tornavacas fue un pueblo muy importante durante los siglos XVI al XVIII. Desde tiempos inmemoriales conserva tradiciones de todo tipo, especialmente las religiosas. Una de ellas es la del Corpus Christi. Es de los pocos lugares en España que tiene el privilegio de celebrar esta fiesta el jueves. Uno de aquellos tres jueves que relucen más que el sol: Jueves santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión.

Pero además repiten la fiesta el domingo, lo que ellos denominan octava del Corpus. Adornan toda la calle con árboles separados por unos metros que enlazan con maromas de las que cuelgan sábanas exquisitamente bordadas, colchas de ganchillo y otras labores antiguamente propias de mujeres. Una detenida contemplación de las mismas te conduce a admirar la habilidad, paciencia y sabiduría de sus operarias. A lo largo de las calles elevan altares profusamente engalanados. Una enorme custodia de plata bañada en oro centra la atención de los creyentes y curiosos. El jueves recorre las dos calles de las que constaba el pueblo originariamente ( era un pueblo-calle): La de Arriba y la de Abajo, separadas por las plazas. El domingo va desde la plaza de la Iglesia a la de las Cárciles, hoy Plaza Mayor.

El domingo la concurrencia ha sido escasa. Y es que si la religión es importante más lo es la recogida de las cerezas, aunque los precios están bajos. ´Primun vivere´. En estos días precisamente es hora de recoger la cereza ambrunés, la mejor de todas, aunque la vista engañe a muchos y prefieran otras clases por su vistosidad y tamaño. Los cacereños solamente hablan de ?picotas?, cuando en realidad hay cientos de variedades. De regreso a casa traes unas cajas para regalar a las amistades y compromisos. Aunque alguno no las merece.