Hace 15 días manifestábamos nuestra indignación por la muerte de seres humanos, niños también, utilizando contra ellos armas de destrucción terrorífica. Y catalogamos este acto como indigno de nuestra especie, completamente irracional e injustificable.

Desde hace un tiempo para acá, aunque la cosa viene de lejos, la palabra que más ha aparecido en la primera página de todos los medios escritos de nuestro país, y en todos los canales de comunicación: televisión, radio y publicaciones digitales ha sido la palabra ‘corrupción’.

La máxima preocupación de los españoles ha vuelto a ser de nuevo, según todas encuestas, las malas artes utilizadas por algunos para enriquecerse de forma ilícita a costa de los demás. ¿Qué tendrá el vil dinero que para conseguirlo no se tengan en cuenta otras consideraciones? O de otra manera, ¿en qué lo hemos convertido para conseguir como sea que los ceros a la derecha de nuestras cuentas corrientes sean cuantos más mejor? Lo grave es que esto se haga sin el más mínimo reparo hacia los perjudicados que tienen poco o no tienen nada.

Cuando tienes unos cuantos años puedes pensar que ya has visto de todo y nada te extraña, sin embargo, el comprobar que los que tienen que dar ejemplo, los que te dicen que están en sus puestos para servir y no para servirse, o los que se te presentan como modelos, sean los primeros que demuestran no tener escrúpulos y sí ‘mucha cara’, hacen que pierdas la confianza en cosas y en personas que consideras fundamentales para vivir en democracia.

No todos los políticos son iguales, como no todos los curas son iguales, lo sé, y desde aquí quiero valorar a aquellos (que son la mayoría) que siendo fieles a lo que creen o a lo son sus ideales, son capaces de poner por encima de todo el servicio desinteresado a los demás, el trabajo por el bien común, y el decidir siempre a favor del que está más desprotegido o es más débil.

No podemos permitir que este mal ejemplo ponga en jaque todo lo que se ha construido y que garantiza nuestra convivencia y nuestra vida en paz. Tolerancia cero con los corruptos, que actúe la justicia y ¡fuera! todo lo que signifique intereses poco claros. Y no olvidéis que la lucha contra estas prácticas empieza por lo que cada uno hace a diario en lo que son no nuestros derechos, sino nuestros deberes.