Cáceres vivió anoche un pequeño preámbulo de la Semana Santa del 2006, con seis meses de antelación. Medio centenar de fieles y hermanos de la cofradía penitencial del Santo Crucifijo de Santa María (el Cristo Negro) arroparon la imagen que da nombre al colectivo en su fiesta principal fuera de la Semana Santa, el acto oficial de la hermandad, que se celebró en la concatedral de Santa María.

En una atmósfera cargada de incienso y la austeridad propia de esta centenaria cofradía --fundada en mayo de 1490--, la exaltación del Cristo Negro anticipó como todos los años la Semana Santa y recreó la religiosidad de los actos penitenciales.

Una misa, oficiada por el obispo de la diócesis, Ciriaco Benavente, abrió la celebración, que por ser en día laborable no contó con la participación deseada, según valoró el propio mayordomo de la cofradía, Alonso Corrales. El obispo recordó el simbolismo que tiene la cruz en el catolicismo, como muestra de dolor, pero también de victoria sobre el mal, la injusticia y los pecados.

Tras la eucaristía, la cofradía impuso la medalla a los nuevos cofrades titulares. Sólo dos. Este reducido número tiene su explicación. Los hermanos de la cofradía se dividen en tres categorías: titulares, sólo son 59 y son los que procesionan en Semana Santa; aspirantes, son 25 y tienen un documento que les acredita como tales; y los reserva, cuya lista la componen más de 2.000 personas. El paso de una categoría a otra suele ser por fallecimiento de los titulares.

Así, las dos bajas por fallecimiento que se han producido este año en el grupo de titulares, se han cubierto por dos aspirantes: María José Manzano (presidenta del colectivo de mantillas) y Vicente Romero. Este último fue el único que acudió a la imposición de la enseña de la hermandad y juró su estatuto. Además, se hizo entrega de los documentos acreditativos de los hermanos aspirantes. También de la veintena de miembros, sólo tres acudieron a la cita.

Un breve desfile por el claustro de la concatedral del Cristo Negro --una peculiar talla de este color que data del siglo XIV-- a hombros de diez hermanos vestidos con el hábito de fraile medieval que les caracteriza, un besapié y una oración final cerraron los actos de la cofradía cacereña más singular.