Traidor, inconfeso y mártir» es un poema dramático de José Zorrilla, publicado en el año 1849. Sin duda es su mejor obra, según el propio autor. Representa la síntesis más acabada del estilo de Zorrilla. La trama gira en torno a la figura del rey Sebastián I de Portugal (siglo XVI), que va a tratar de empezar una nueva vida, como el pastelero de Madrigal, con el objeto de escapar del rey español, Felipe II. Felipe, viendo en Sebastián una amenaza para el trono, presiona para ejecutarlo, y Sebastián es finalmente ejecutado.

Zorrilla parte de la realidad, pero la altera, para conseguir un mayor dramatismo. La historia nos dice que Sebastián murió en combate, pero surgieron impostores, que usurparon su identidad.

El autor pretende trasmitirnos cómo eran aquellos tiempos, en los que no se cuestiona nada a todo lo que viene en el nombre del rey. Nos muestra el respeto de las gentes hacia las clases superiores, sobre todo al rey, que es intocable. Ese respeto se manifiesta en miedo a ser ahorcados, fusilados, echados de sus viviendas...También en aquella época las torturas eran normales.

El drama, representado con extremada exquisitez y maestría en todos sus aspectos, nos mantuvo atentos y en tensión de principio a fin. Los espectadores no bajamos la guardia en ningún momento, enganchados por el desarrollo de la trama, que se iba desgranando, sin prisa, pero sin pausa. Nos sentíamos atrapados por los acontecimientos, que iban iluminando y aclarando nuestras mentes absortas.

La representación se realizó de forma pulcra, perfecta y asequible al público. La dicción y actuación de todos los actores y actrices fue inmejorable. El acompañamiento musical, adecuado y sugerente. La decoración justa y suficiente. La iluminación oportuna, cabal y completa. El vestuario perfecto y adecuado a la época de los hechos representados. No me atrevería a destacar la actuación de ningún actor o actriz, porque todos volaron muy alto. Si acaso, señalaría la actuación de Aurora, junto con la de Gabriel Espinosa, el pastelero impostor,y la de Rodrigo de Santillana, alcalde y juez.

La versificación de la obra es ejemplar: sobria, ceñida, expresiva y brillante, colmada de rotundas sentencias y frases definitorias, que brotan crujientes en la fértil pluma de Zorrilla.

En el drama se tratan temas tan importantes como el conflicto de la personalidad, el poder y la corrupción, la sensualidad y el apasionamiento de amores prohibidos. También la política en un proceso, que sería declarado ‘secreto de estado’ durante trescientos años.

El final del drama resulta explosivo y sorprendente, al enterarnos de que Aurora, hija adoptiva de Gabriel Espinosa, el pastelero, es en realidad hija de Rodrigo de Santillana, el alcalde.

Terminada la representación, los aplausos de los espectadores, que casi llenaban el graderío, fueron atronadores, largos, cálidos y agradecidos. Fue un representación para aprender, disfrutar, y por supuesto, admirar.