"Renuncio, la vivienda está bien, es cierto, el suelo está pulido y las paredes limpias, pero sal fuera del piso y mira como está el ascensor, el portal y el patio, no es humano", cuenta Juan José Guerra. Ayer fue la primera vez que entraba en la vivienda de la calle Juan García, en Aldea Moret, que la Junta le adjudicó recientemente. Estuvo el día anterior, pero ni abrió la puerta. Entró en el portal, vio los buzones, el suelo, las llaves de la luz, las paredes..., "la primera impresión es que te metes en su sitio que está abandonado", recuerda, subió en el ascensor, sucio y lleno de papeles, y cuando salió a su planta encontró una bolsa del pan colgada de la puerta de su vivienda. Se dio medio vuelta y hasta veinticuatro horas después no regresó.

Ayer, más tranquilo y ya dentro de la vivienda, sus impresiones eran distintas, pero su decisión de renunciar a la casa era firme. Ahora reside en alquiler en la calle Margallo. Paga 300 euros, mientras que en el piso de Juan García abonaría unos cien, pero prefiere continuar en la casa de Margallo, "mi hija está en el colegio San José y mi mujer sale del trabajo a las nueve de la noche", comentaba cuando salía del portal, donde coincidió con Isabel Romero y Carolina Cienfuegos. La primera reside en el bajo y la segunda en el primero y ambas, con escoba y fregona en mano, limpiaban su parte de la zona común del edificio, "no todos pagan la comunidad y lo poco que hay se lo lleva el ascensor, se necesita más control", subraya Isabel.

Juan José fue uno del casi centenar de demandantes que entre el jueves y viernes se les adjudicaron en régimen de arrendamiento pisos de promoción pública que están vacantes, todos en Aldea Moret. Su historia no es nueva, se repite desde que con las promociones de la segunda mitad de los ochenta y los noventa, con casi 1.500 viviendas, se concentraron los pisos de promoción pública en Aldea Moret.

"Es una cuestión de vecindad", concluye Manuel Silva, presidente de la comunidad del bloque continuo donde tiene la vivienda Juan José. Este bloque es otra cosa: las zonas comunes están más limpias, se ha puesto un nuevo suelo al ascensor, las paredes se han pintado y hasta cuentan con portero automático. "¿Sabes a quién le han adjudicado casa aquí?", pregunta Silva, quien tiene una cosa muy clara: "El que entre tiene que pagar" la comunidad.

A una de las que le han adjudicado vivienda es a Isabel Campos y a su familia, aunque no en Juan García, sino en uno de los bloques de río Ródano, donde la Junta ha reparado recientemente todas las zonas comunes y a los que seguirán los de Juan García. Ayer ya se estaba trasladando. "El bloque, dentro de lo que cabe, está bien, y el piso también, me quedo", dice. "Vivían en la calle Júpiter, en un piso de 30 metros, con cuatro durmiendo en una habitación", explica su prima, que ayer ayudaba en el traslado.

En Ródano también hay bloques que el consistorio promovió en los ochenta. "Da asco vivir aquí", dice una vecina que no quiere dar su nombre y que recuerda que están esperando su traslado a otro piso, a los de río Tíber o Primero de Mayo "El ayuntamiento decía que en octubre nos sacaban, pero aquí seguimos". "Te deprimes --cuenta--, no sabes lo que es estar en el salón y ver pasar ratones, un día matas tres y al día siguiente hay más". El ayuntamiento ha adjudicado recientemente obras de reforma de pisos de Aldea Moret para realojar a familias de Ródano, "que sea cuanto antes, queremos salir", subraya.