A Juan Moreno y Virgina Terán, el instituto Norba Caesarina les unió. Se conocieron con los libros a cuesta, años después se casaron, tuvieron tres hijos y se hicieron profesores a su vez de instituto. El imparte hoy clases de Informática y es asesor de Formación en el Agora y ella orienta para su inserción laboral a los estudiantes del Virgen de Guadalupe.

¿Cuánto hubiera cambiado sus vidas si el Norba Caesariana no hubiera decidido en 1981 dejar de ser el instituto femenino incorporando a chicos en su alumnado? Jamás lo sabremos, pero ellos se consideran afortunados de haber vivido aquel cambio, por lo personal y profesional. "Fue muy positivo", asegura Moreno.

Juan y Virgina, y otras muchas parejas que se hicieron en aquellos años y que hoy perduran, forman parte de aquella primera promoción mixta del centro cacereño que cumple su 25 aniversario y que este fin de semana se ha reencontrado para celebrarlo. Unos 80, entre estudiantes y profesores, respondieron a la convocatoria hecha por un pequeño grupo de exalumnos y el sábado volvieron a pisar las aulas del Norba para recordar viejos tiempos. "Ha sido un poco impactante y hasta duro porque, claro, físicamente se cambia mucho y lo que no ves en ti, el paso del tiempo, lo ves en los demás", reconoce Ana Isabel Rasero. A pesar de todo, "ha sido curioso volver a ver a los compañeros".

Aquella promoción estrenaba en Cáceres una generación mixta de bachillerato que aún tardaría algunos años en llegar a otros centros, como algunos privados o incluso El Brocense, por entonces conocido como el masculino . Precisamente, mientras que estos alumnos cacereños conmemoran el fin de aquella segregación estudiantil, la comunidad educativa española mantiene un encendido debate sobre la idoneidad de reinstaurar aquel sistema de chicas a un lado y chicos a otro. De hecho, algunos centros, como en Pozuelo de Alarcón (Madrid), implantará esta separación. ¿Qué piensan al respecto estos exalumnos?

Un "paso atrás"

"A mí no me parece bien, fue muy bueno que pudiéramos estudiar juntos, chicos y chicas. Yo creo que por el hecho de separarlo no van a tener más motivación ni van a estudiar más. Si se les separa desde la base, después a nivel profesional y social habrá más desigualdad", opina con contundencia Ana Isabel Rasero, que se había educado en Las Anejas (Normales) separada de los chicos.

De su experiencia recuerda que había cosas que entonces diferenciaba a chicos y chicas en el instituto, como el deporte. "Nosotras jugábamos al baloncesto y ellos, al fútbol. Los chicos eran también más activos, pero hacíamos muchas cosas juntos y no suponía una distracción para los estudios".

Javier Sellers, por ejemplo, formaba parte del reducido grupo de hombres que se incorporaron a las clases del Norba. "Eramos 16 chicos y 800 chicas. Era el paraíso", recuerda con sorna. "A nosotros nos fue muy bien --añade--, volver a segregar la educación es como volver atrás. Yo no veo diferencia y para mis hijos deseo la misma educación".

Para Juan Moreno también sería un "paso atrás" volver al sistema anterior. "Es como separar a rubios de los morenos. No podemos hacer esa diferencia". De sus años en aquella integración sexual incipiente en el instituto rememora que lo más difícil era formar un equipo de fútbol. "Elegir a los mejores entre poco más de 20 chicos que había pues era complicado", cuenta anecdóticamente. Hoy, 25 años después de aquella unión, ya no habría tanto problema en este terreno: en los patios de los colegios juegan a meter goles tanto los chicos como las chicas.