Esta semana se ha presentado el plano de la ciudad feliz del futuro. Los cacereños lo han recortado y se han puesto a soñar con un aeropuerto, con rondas por el este, el oeste y el sur, con corredores del AVE...

Después han cogido el coche y se han vuelto a encontrar con el embudo de Miralrío y con la ronda de las bragas . Sí, esa circunvalación doméstica llamada ronda del Puente de Vadillo en cuyo arcén cuelga al atardecer una colección de siete bragas cárnicas e inmensas que te devuelven a la cutre realidad.

Esta semana, Cáceres se ha convertido en la la ciudad de los proyectos . Seguimos siendo la capital de provincia más poblada de España que no tiene autovía, seguimos padeciendo los trenes más antiguos del país y seguimos sin aeropuerto. Sin embargo, podemos soñar y eso es algo que nadie nos puede arrebatar.

UN ANZUELO En una semana, se ha puesto la primera piedra de la primera autovía que pasará por Cáceres y se nos ha anunciado que en la revisión del Plan General de Urbanismo se prevé un aeropuerto en La Cervera diseñado para vuelos regulares. En plena precampaña electoral, todo esto tiene trazas de anzuelo para soñadores optimistas, pero al menos, la autovía está ahí y el aeropuerto se contempla, aunque los cacereños se lo tomen a chanza y hagan chistes.

En la ciudad feliz hay un catastrofismo colectivo en cuestión de comunicaciones que viene de lejos. Y es natural. ¿Cómo va a ser optimista una ciudadanía cuyos abuelos aún tenían que cruzar el Tajo en barca, cuando querían ir a Salamanca, porque entre el siglo XIII y 1927 el puente de Alconétar estuvo derruido y a nadie se le ocurrió arreglarlo? ¿Cómo van a ser crédulos los cacereños si la historia les recuerda a cada poco que el tren no llegó a su ciudad hasta 1881 y no fue para que ellos viajaran, sino para transportar el mineral de Aldea Moret?

Sin embargo, no siempre fue todo tan desalentador. Cáceres vivió una época dorada a principios del pasado siglo en que fue pionera de España en muchos avances. Se vivió entonces una etapa de optimismo que después se quebraría para quedar apartados del progreso. Así, en 1897, durante la segunda feria de mayo de la historia cacereña, se presentaba en la ciudad feliz el cinematógrafo, sólo dos años después de que los hermanos Lumi¨re lo estrenaran en París.

Aquella Cáceres que a finales del siglo XIX contaba con 3.000 familias, de las que 1.500 eran asistidas por la beneficencia municipal, conocía en 1900 el primer automóvil matriculado en la península, un triciclo Clement . También aparecía en la demarcación cacereña el primer taxi español en 1904 y ese mismo año, el 18 de noviembre, el abogado cacereño Fernando García Becerra fallecía al volante de su Renault matrícula CC-3. Era el primer accidente automovilístico mortal en la historia de España.

En 1907, Madrid matricula su primer coche cuando en Cáceres ya hay 10 matriculados. Es también ese año cuando se establece entre Cáceres y Trujillo la primera línea de autobuses de España, servida por dos ómnibus de la marca SAG. También será Cáceres pionera en la aviación comercial: aunque parezca increíble, el primer vuelo de la compañía Iberia viajó de Vitoria a Tetuán con escalas en Burgos, Salamanca, ¡Cáceres! y Sevilla.

En cuanto al tren, la estación cacereña conoció en 1938 un desarrollo único en España hasta el punto de que entre Salamanca y Cáceres llegó a haber cada día 26 trenes: 18 de mercancías y ocho de viajeros. Pero se acabó la guerra civil y Cáceres dejó de ser pionera en comunicaciones hasta esta semana en que a golpe de proyectos, la ciudad feliz ha vuelto a ser la primera del país... en sueños.