Emiliano A. está harto. Lleva 24 años viviendo en un bloque de Hernán Cortés y hace tiempo decidió que ya no podía seguir en su casa cuando llegaba el fin de semana porque no aguanta el ruido. Ahora duerme en casa de sus suegros para evitar que los seis locales de copas de la plaza de Albatros que hay en los bajos de su bloque sigan machacándole la cabeza. "Estamos horrorizados cuando llega el jueves por la noche", asegura este funcionario de 54 años que reside con su mujer en un piso de la primera planta del edificio desde donde pueden verse los pubs.

Su relato del martirio que tiene que soportar es toda una guía para perder la salud. "Suele haber unas 300 personas en la calle. El bullicio empieza a la una cuando estoy dormido. Me despierto y ya me dan las cinco o las seis", explica este vecino, que se ha planteado hasta vender su piso y marcharse de la Madrila para siempre. "No le he hecho porque no me lo puedo permitir", asegura Emiliano, que responsabiliza de lo que está ocurriendo al ayuntamiento por no tomar medidas contra los locales de copas que reabren antes de las seis de la madrugada para continuar abiertos hasta primeras horas de la mañana.

Llamadas a la policía

Sentado en el salón de su casa, este vecino ha llegado a llamar en hasta ocho ocasiones en una sola noche a la policía para que acuda a la zona. "¿Que quién tiene la culpa? Es un abandono total por parte de las autoridades", afirma con cara de hartazgo ante una situación que se repite año tras año sin soluciones. "He visto a tipos pateando coches y pegándose desde mi ventana", afirma con disgusto.

Y es que Emiliano ya no reconoce el barrio al que se vino a vivir de Madrid hace más de 20 años. "Recuerdo que cuando llegué había pocos locales. Había jaleo, pero nada que ver con lo de ahora. Luego empezaron a dar licencias y saturaron la zona", asegura este vecino, que menciona a Delfos y el restaurante chino que ocupó el local del pub Latinos.

Tanto sufrimiento acumulado le he hecho perder la fe hasta en la ley. No cree que ninguna normativa pueda acabar con los ruidos y, prueba de ello, ha sido su apoyo expreso a las acciones judiciales emprendidas por la asociación Cacereños Contra el Ruido. Emiliano también relata cómo le han llegado amenazas a través de otras personas por dar la cara. Su ejemplo, al menos, debería servir de ejemplo a los que callan por miedo o cansancio.