Sin duda una de las cosas que más han dado de qué hablar en Cáceres en los últimos años, para bien y para mal, ha sido el proyecto del hotel Atrio en la plaza de San Mateo. La iniciativa obtuvo ayer su antepenúltimo respaldo municipal en el seno de la comisión de seguimiento del plan especial, que allana el último tramo del proceso administrativo que permitirá hacerlo por fin realidad.

Y es por fin porque sacarlo adelante ha costado de momento cuatro años, una agria controversia ciudadana y política que casi da al traste con la iniciativa, dos diseños, algunas reuniones de alto nivel, un amago de tirar la toalla por los promotores y muchas noticias en los medios de comunicación, incluso ingleses.

José Polo, uno de los copropietarios del restaurante junto a Toño Pérez, estaba ayer "contento" e incluso "sorprendido" de que en la comisión hubiera habido tal grado de consenso (siete votos a favor y una abstención) aunque conocían por adelantado que los informes eran favorables. "Se van uniendo las piezas. Hoy --por ayer-- era lo más complicado, el último peldaño importante, y estamos muy contentos", confirmaba con cierto alivio.

No en vano ha sido un camino duro y espinoso. De la ilusión inicial cuando compraron el palacete en la plaza de San Mateo en enero del 2004 y las fructíferas negociaciones con la Sociedad de Fomento Industrial (Sofiex) para que participara económicamente en el proyecto --aporta casi 5 millones de euros de los 9,5 previstos de inversión, en la que se incluye el edificio de las calles Condes-Olmos--, se pasó al desencanto cuando gran parte de la ciudad se les echó encima por el diseño contemporáneo ideado por los arquitectos Tuñón y Mansilla.

Una plataforma ciudadana, alentada por los recelos de la Unesco, el colectivo ecologista Adenex y uno de los expertos en Urbanismo más reputados de la ciudad, el catedrático Antonio Campesino, plantó cara en marzo del 2006 al que se bautizó como el cubo de Atrio.

El proyecto, que por entonces ya había recibido las bendiciones políticas de todos los colores e incluso el primer de la comisión del plan especial --el 2 de febrero del 2005--, acabó en la papelera después de que, vista la rebelión popular , la comisión del plan cambiara su primer por un rotundo no el 15 de marzo del 2006. Un no que refrendó cinco días después, el 20 de marzo, la comisión de Urbanismo.

Contrariados y decepcionados, sobre todo por algunas de las críticas fuera de contexto al restaurante y a sus propietarios, José Polo y Toño Pérez anunciaron en junio de ese año que renunciaban a seguir con el proyecto. Si el anuncio era un impulso fruto del enfado o una estrategia no está claro, pero funcionó. Enseguida salieron voces en defensa del proyecto --aunque no del diseño, claro-- y, por supuesto, de la inversión millonaria que traería para la ciudad monumental tan necesitada de dinero como de vida.

Borrón y cuenta nueva

Así que, con el paréntesis del verano, las vacaciones y el relax, los artífices de Atrio recapacitaron, hicieron borrón y cuenta nueva y volvieron a empezar. Los arquitectos reconsideraron su primera propuesta y optaron por una actuación menos agresiva. Hace un año por estas fechas ya estaban las líneas maestras de ese otro diseño que empezó pronto a conquistar apoyos. Los primeros, los de los enemigos al anterior.

Aprendida la lección, Atrio y los arquitectos presentaron a la opinión pública la nueva idea para que no hubiera dudas. Urbanismo ya le dio un primer visto bueno en febrero de este año y en junio lo hizo el pleno. Con el trámite superado ayer, la licencia de obras está hoy más cerca. "En cuanto la tengamos --aseguró ayer Polo--, empezamos las obras. Si todo va bien, quizás en enero". Y quizás, por fin, Atrio Hotel Relais & Chateaux pueda abrir sus puertas en el 2009, tres años después de lo previsto.