En 1898 el decadente imperio español se despedía de una de las colonias que mayor lustre económico habían aportado a la metrópoli. La isla de Cuba había gozado de una próspera economía, basada en el cultivo del tabaco y de la caña de azúcar, una actividad que bajo un régimen de explotación esclavista la había convertido en "la perla de las Antillas". Ello justificaba que el inicio de la guerra de independencia de la isla, se convirtiese en un problema de Estado, que observaba cómo sus intereses económicos se veían perjudicados por la rebelión cubana.

Desde 1868 el envío de efectivos militares va en aumento, llegando a ser más de 200.000 los hombres destinados a la isla hacia el final de la guerra. Ello implica una movilización permanente de soldados que son destinados a Cuba. Tropas que eran despedidas en el puerto de Cádiz con sonados actos patrióticos, que justificaban su partida hacia un lugar donde se luchaba y se moría por una patria lejana.

En 1897 son destinados a Cuba 394 mozos de la provincia de Cáceres, de los cuales 45 son de la capital. Cuando llegaban se les dotaba del equipo habitual para su estancia; guayabera y pantalones de rayadillo, zapatos guajiros, una hamaca y un fusil Mauser. Allí les esperaba un clima mortífero, con largas marchas por paisajes difíciles, que acabaría quebrantando su salud. Más del 90% de las bajas en la guerra de Cuba se debieron a enfermedades como la malaria, la fiebre amarilla, el tifus o el paludismo.

La vuelta a casa de los soldados que sobrevivían a la guerra, era igualmente adversa. La mayoría lo hacían enfermos y sin recursos para solucionar sus problemas de salud, por lo cual se dirigen a las autoridades municipales, en busca de un amparo económico que les permita reiniciar su vida civil. Durante el año 1898 tenemos diferentes testimonios que relacionan a Cáceres con los problemas de esta tropa repatriada. A los más favorecidos se les pagaba una pensión de 1,50 Pts diarias, durante un tiempo determinado o hasta que curasen de sus enfermedades, es el caso de Cándido Calderón, vecino del barrio Busquet o Pedro Rodríguez, vecino de la calle San Roque, que señala estar enfermo por las "penalidades y fatigas sufridas en Cuba". Ines Laso pide ayuda para poder traer del hospital de Burgos a su hijo Silvestre, internado con un ataque cerebral que le dio en la isla.

Laureano Laso , vecino del barrio de San Antonio llega a la ciudad con "catarro pulmonar crónico, anemia y paludismo". Benito Sánchez Alvarez es repatriado con "diarrea, anemia y debilidad general". Todos dejaron parte de su vida en una isla, cuya guerra inspiro la expresión popular de "más se perdió en Cuba y volvían cantando".