Quiero desviar su atención un segundo antes de continuar nuestro paseo. Descenderemos, brevemente, por la calle Peñas, hasta el lugar donde un día se levantó el Teatro Principal o Teatro de Pedrilla, fundado por Ventura Carlés y Busquet en 1798 e inaugurado en 1801. Tal fue el impacto que, durante unos años, a esta vía se la denominó calle del Teatro.

Este fue, durante décadas, uno de los polos de la vida pública en Cáceres. Por aquí pasaban compañías teatrales, zarzuelas, variedades... Poseyó tres pisos, palcos, plateas y patio. Adquirido en los años 20 del pasado siglo por el obispo Segura, se convirtió en el primer cine estable de la ciudad, sustituyendo a la barraca que se instalaba en la corredera de San Juan.

Más tarde, pasó a manos de la familia Alonso que instaló en él la Panadería Principal, en recuerdo del viejo teatro. Hoy --privado de protección-- poco resta: el escenario íntegro y columnas reaprovechadas. Lo que quedaba de la entrada de artistas se ha demolido hace escasas semanas y, me temo que pese al cariño y los desvelos que muestra mi querido Andrés Alonso por rescatarlo de la ruina, esos restos tienen sus días contados debido al desinterés público. Me callo, porque podría decir demasiadas cosas, demasiadas...

Nos encaminamos hacia la calle Sande por el callejón de los Condes de Santa Olalla y giramos a la izquierda. Esta vía recibió, igualmente otros nombres, calle de Roa o calle del Organista, por haber vivido en ella Gabriel de Roa, que tenía tal oficio.

Antigüedad mermada

Pero el nombre que perduró es el de Sande. Esta arteria surgió como nudo de comunicación entre la Puerta de Coria (pasando por Santiago) y el Arco de San Blas para buscar el camino de Monroy. Hay que decir que a la localidad de Trujillo por entonces se iba por la calle de su nombre y cruzando el Puente de Vadillo.

La calle recibió tal denominación por la construcción que hoy visitaremos, la Casa de Sande, situada en el número 26, hoy propiedad de la familia Martínez-Blay. Su apariencia es modesta, aunque su notable antigüedad se ha visto mermada por las sucesivas reformas que sobre ella se han practicado.

Fue solar de la menor de las ramas de los Sande cacereños, de las que ya vimos dos, la Casa y Torre de Sande (hoy parte del Palacio de Roda en la plaza de San Mateo), que perteneció a la rama primogénita, los Señores de Valhondo y cuyo mayorazgo recayó en la rama segundona, los Marqueses de la Piovera y de Valdefuentes, que eran propietarios de la Casa del Aguila.

Estos Sande, Señores de Valdemoro por alianza, procedían de Salamanca y llegaron a Cáceres al amparo de sus lejanos parientes los Sande de Valdefuentes (lo que ha hecho pensar que se tratase de una línea extramatrimonial de éstos), y darían a Cáceres a uno de sus hijos más insignes: Francisco de Sande.

Hijo de Pedro de Sande y de Francisca Picón, nació en esta casa en la década de los 30 del siglo XVI. Estudió en Salamanca, llegando a ser doctor en leyes, y la protección del Presidente Juan de Ovando le valió el espaldarazo para comenzar una carrera administrativa y política espectacular.

No fue Francisco de Sande un conquistador, sino un fiel funcionario al servicio de la Corona durante los reinados de Carlos V y Felipe II. Caballero de Santiago, en 1567 fue nombrado Fiscal de la Audiencia de México, más tarde Alcalde del Crimen, llegando a ser Oidor, el más alto puesto de aquella institución.

Trayectoria americana

Su gran empresa comienza en 1574, cuando Felipe II lo envía a las Filipinas como Gobernador y Capitán General. Allí organizaría el gobierno y la administración del archipiélago, haría la guerra al Rey de Borneo y fundaría Nueva Cáceres.

Volvió a México en 1580 como Oidor y más tarde, tras una estancia en Castilla fue Gobernador y Capitán General, primero de Guatemala y más tarde de Nueva Granada, donde su dureza a la hora de aplicar las leyes le valió el sobrenombre de Doctor Sangre. Murió en dicho cargo, en Cartagena de Indias en 1602. Los descendientes de su matrimonio con Ana de Mesa fueron Señores de Valdemoro.

El solar ocupaba el actual número 26 y también parte del 28. Actualmente presenta vanos arquitrabados y lo más notable de la construcción es el magnífico blasón en cantería con el águila explayada de los Sande y el cordón franciscano, dispuesto sobre una hermosa cartela. Cierto es que esta familia poseyó un enorme gusto a la hora de mandar tallar sus blasones, aunque éste, quizá, sea el más robusto de todos. En la vivienda 28 se observa una graciosa ventana de arco de medio punto.

Los familiares de Francisco de Sande siguieron ocupando estas casas, y sabemos que en el XVI Pedro de Sande era mayordomo de la Iglesia de Santiago.

El calor es esta semana tan intenso que los cuerpos parecen arder y, de repente, como salido de la nada, trae la calma un sueño encantador y peligroso que aturde y obsesiona. Sin pensar en nada me dejaré llevar, una semana más, por la locura que busca la belleza y la eternidad.