Comenzó esta comedia renacentista, pionera de las celebradas comedias áureas, siguientes, propia del teorizador y gran dramaturgo extremeño Torres Navarro, con una original y muy musicalizada presentación o proemio, en la que se dio a conocer a los personajes y el argumento correspondiente, dividido en cinco jornadas o actos, por parte de Bermudo, el veterano rey de esta romántica ‘comedia a fantasía’ o para otros ‘de ruido y teatro’, usando muy fielmente el lenguaje clásico, propio del siglo XVI, bastante comprensible, muy bien interpretado, con notable buena dicción y fluida recitación versificada.

Recordaba la conexión de este montaje con la Commedia Dell’arte, entre otras cosas, por el retablo convencional donde representaban, aunque traspasando reiteradamente la llamada ‘cuarta pared’, toda vez que los músicos-actores, que actuaban algunas veces como comparsa, estaba fuera del retablo, a un lado del escenario: por cierto con una maravillosa música renacentista, que ayudaba muy bien a las constantes canciones amorosas, muy graciosamente danzadas, con las que amenizaron el divertido espectáculo de un cierto enredo picante. Esta farsa caricaturesca de personajes, mitad cortesanos y mitad hortelanos, que se movían con cierto decoro o coherencia realista, a pesar de intercambiar sus roles amatorios con juegos y danzas, muy bien instrumentadas, conseguía muchos buenos momentos cómicos y una divertida combinación de peripecias y efectos escénicos francamente divertidos.

La agilidad física y el diálogo de las dos jóvenes parejas, con cambiantes caracterizaciones, mantenía un vivo ritmo y una gracia que despertaba frecuentes risas y el regocijo del público, pese a hablar en el castellano clásico, propio del Renacimiento español. El equívoco principal de la obra por parte del escudero Aquilino, un aspirante a la mano de la princesa Felicina, se desvela al final, descubriéndose el origen principesco del citado protagonista, antes de que ocurriera ninguna desgracia, sino más bien propiciando un final feliz, al darse el abrazo de futuros esposos.

Con una última cortesana danza se cerró este entretenido espectáculo de la buena Compañía Nao de Amores, reforzada con la CNTC o Compañía Nacional de Teatro Clásico, magistralmente dirigidas por Ana Zamora, nieta del famoso polígrafo Zamora Vicente. El público, muy complacido los premió con un entusiasta aplauso, en una fresca velada de Las Veletas.