Goya nos dejó, ya hace doscientos años, en sus series de grabados y dibujos, las claves para interpretar con sentido artístico y creativo, los enrevesados acontecimientos que han tenido lugar en los pasados meses entre las instituciones catalanas y el gobierno del PP presidido por Mariano Rajoy. Han pasado doscientos años desde que se publicaron aquellas geniales escenas, y las secuencias actuales de «dimes y diretes», «ahora sí, luego no» o «el que pega primero, pega dos veces»; que siguen reflejando las mismas secuencias de abuso, ignorancia, injusticia y desaliento que él atribuyó a jueces inquisitoriales, frailes o funcionarios reales.

Secuencias irracionales que han permitido a unos y otros «zurrarse» sin tino ni tiento, en «twiters» y «redes sociales», llamarse cosas muy feas en declaraciones y entrevistas; para, al final, quedarnos todos con la sensación de que ninguno haya arreglado nada de lo que estaba estropeado, antes del «proçes».

«El Sueño de la razón produce monstruos»; esto ya lo sabíamos desde hace siglos; y lo malo es que sigue siendo así en estos tiempos. «Aquellos polvos trajeron estos lodos». «Tú, que no puedes, llévame a cuestas»… Hasta ochenta «Caprichos» sirvieron a Goya para retratar las injusticias, las corrupciones, los engaños y abusos de aquella sociedad y de aquellos gobiernos de finales del siglos XVIII y comienzos del XIX, que solo se justificaban por unos «caprichos» legales que entonces estaban vigentes.

Todo «capricho» de cualquier gobernante corrupto lleva necesariamente a los «Disparates» correspondientes. Disparates que son los que ahora han empujado a los catalanes a declarar su independencia. A envolverse en su bandera «estelada» - «estrellada» se dice en castellano, que refleja mucho mejor el destino de esta enseña - desoyendo las consejas y asesoramientos de todos los que les quieren bien, para no romper su propio camino histórico y perder lo que han ido construyendo y consolidando para situarse en el lugar destacado que hoy ocupan.

Tanto las escenas que Goya quiso dejar gravadas en sus láminas, como los momentos surrealistas que se han producido en Cataluña, y en España entera, durante estos dislocados meses de septiembre y octubre, reflejan el ambiente irreal, onírico, un tanto inflado de despropósitos y de personajes pintorescos que el genial aragonés inventó para representar el ambiente reinante en España durante el reinado de Fernando VII; y que ahora representan el ambiente similar implantado artificialmente en el País por los responsables de su Administración y Gobierno.

Fueron entonces momentos críticos para los temerosos españoles que acababan de superar una «Guerra de Independencia», una «revolución» - muy parcial de derechos y libertades - y una «transición», de nuevo, a la Monarquía Absoluta de Fernando VII, que arrasó con todos ellos. Goya intentó trasladar esto a sus grabados y estampas. Ahora no sé muy bien si los «disparates» actuales cuentan con el mismo reflejo en la aplicación de la «Memoria Histórica», en las escenas que salen por la TV, de las votaciones en Cataluña del primero de Octubre, en las portadas de prensa o en los reportajes que salen hacia agencias extranjeras.

Lo que espero que nunca se vea recreado actualmente en nuestra vida política es la espléndida colección de grabados de «Los Desastres de la Guerra», ni que la violencia callejera amargue las condiciones de convivencia de catalanes y españoles.