Fernando Solís nació en el número 9 de la calle Ecuador, en Llopis Ivorra. El fue uno de los 400 niños que en los 60 participaron en una Comunión extraordinaria que precisamente ofició el obispo que auspició la construcción del barrio de Fernando: Manuel Llopis Ivorra, un valenciano dominico a quien en 1950 la curia mandó a Cáceres y que siempre iba con sotana, sombrero con borlas, fajín y capelina.

El año que Fernando hizo la Comunión hubo tantos niños que la diócesis decidió juntarlos en el campo de fútbol de la Ciudad Deportiva y allí se celebró la ceremonia. Fernando fue con hábito, un traje que luego utilizó su hermano Reyes. Los hábitos se vendían en Confecciones Rojo de avenida de Cervantes, una tienda que atendían Pepe Rojo y su mujer, Vicenta, que antes trabajó junto a Manolo y Maxi, en la zona de droguería de la farmacia de Rosa Acedo, que estaba en la calle Ecuador y que vendía colonias a granel. Tras el mostrador de Rojo estaban Pedro y algunos empleados, entre otros el hijo y el sobrino de Pepa, la lotera.

También había hábitos en Confecciones Duque, que estaba en San Juan con el señor Duque, Pedrazo, Vaquina... Entonces se compraba fiado, y no solo en Rojo y en Duque, sino en Maruchi, en Falcón, en La Minerva, en Agustín, en Galerías Pedrazo...

El padre de Fernando, Fernando Solís, era un camarero que primero trabajó en el Kiosco Colón, con su tío, Lorenzo Cordero. El Colón era un lugar con azulejos y cristaleras y un mostrador cuadrado tras el que trabajaban Santi, Domingo, bueno, y la señora Julia, que hacía los pinchos en su casa y luego los llevaba al bar. En la parte de atrás del Colón estaba la terraza, en tierra, que llevaba Saavedra.

Luego, el padre de Fernando y su primo Vicente Solís, el de la Bodega Solís, montaron el Figón Solís, que estaba en La Torre (ahora hay allí una tienda de ropa). En 1975 la madre de Fernando, Eugenia Fernández, tuvo que ponerse a trabajar de limpiadora en el San Pedro de Alcántara porque eran 6 hermanos. Se jubiló en 1994. Ese año falleció.

Fernando, subdelegado del Gobierno, estudió en el 25 Años de Paz, con Justiniano Sánchez de la Calle de director. En el recuerdo: las Flores a María de los viernes y las botellinas de leche americana.

El Bola hizo la Comunión de Padre Damián. La misa en San Juan la oficiaron don Manuel Vidal y don José Bueno. Bola tenía entonces 8 años, pero como hacía dos que su abuela se había muerto no hubo fiesta porque estaban de luto. Días después, en el Corpus, volvió a lucir su hábito ante un altar que en la puerta de casa prepararon su madre y las vecinas de Peña Redonda.

Marcelina Elviro hizo la Comunión un 13 de mayo en Las Carmelitas de Brozas, con un traje que confeccionó Joaquina, la modista de su pueblo. Llevó rosario y un libro de nácar de su tatarabuela. Aquella fue la última vez que todos sus tíos se juntaron en vida. En casa hubo dulces y chocolate.

Carmina Santos, hija de Pepe el sastre, que tenía su negocio en General Ezponda (en lo que hoy es la cafetería del Hotel Don Fernando), tomó la Comunión un Día de San Antonio en el Colegio de San José. Después hubo ponche en su casa. Carmina hizo la Comunión con Mari Luz, de la librería del R-66. La misa la ofició José Luis Caldera, que este año cumple sus 50 de sacerdote. Caldera también ofició la Comunión de Elena Nevado en Fátima. La hizo con María José, su melliza. Fueron las dos únicas niñas de corto, con unos vestidos que su abuela les trajo de Mataró. El convite fue en El Adarve.

Cuna de la modernidad

El sarao de la semana ha sido, sin duda, la apertura del Centro de Artes Visuales que alberga la prestigiosa colección de la galerista alemana Helga de Alvear. Vino la ministra de Cultura, Angeles González Sinde, que en el vestir es como muy buenina , que se dice en Cáceres. Sinde se alojó en el Albarragena y su gazapo al llamar Muñón y Mansilla a los arquitectos Tuñón y Mansilla fue muy comentado en los corrillos.

El Helga de Alvear es una pasada, sitúa a Cáceres en la cuna de la modernidad y retrata a la perfección lo más bello y detestable del mundo contemporáneo. Y lo hace a través del arte: el ser humano sometido a la dictadura de la tecnología, el gimnasio, los travestis, culos perfectos, culos cuadrados, el hombre que se caga, el hombre frente a sí mismo, la senectud del hombre, el afán por sentirse querido, la sociedad que todo lo adjetiva, la prisa, la obsesión por el calendario, el graffiti, los suburbios, los bosques atlánticos...

Y todo eso se mete en la Casa Grande, situada en el número 8 de la calle Pizarro, un edificio que Tarsila Pérez de Castro, procedente de Santander, construyó en 1910. Las obras duraron 6 años. La diferencia de antes a ahora es que antes Tarsila hizo su casa con su dinero, ahora hay quienes hacen casas como ésta e incluso mejores que ésta con el dinero de todos.

La última propietaria del inmueble, María Teresa Arias, nieta de Tarsila, fue a la inauguración. Como lo hizo el Todo Cáceres y los que llegaron de fuera (todos con sombreros muy in ), unidos en una carpa, con velas y un olivo de acero en el centro, instalada por una empresa francesa y en la que Feval, Institución Ferial de Extremadura, con sede en Don Benito, montó un cóctel de morirse. En él estaba Yahima, una camarera de Cuba, todo sonrisa, que vive en España hace 11 años y que nos habló de Manolín, el médico de la salsa , que en La Habana es como aquí Julio Iglesias.

También acudió la artista Delia Sánchez Matas, a quien se deben los montajes que con el lema Consume Museos lucen en los balcones de Pizarro: unas composiciones hechas con hules que simulan los mantones y banderas que se cuelgan al paso de las procesiones. Vamos, que Helga de Alvear fue recibida en Cáceres como se recibe a una Virgen bajo palio.

Desde el jueves la ciudad (que también acoge el Congreso Internacional de los Arboles) tiene más claro que el 2016 lo vamos a ganar. Porque desde el jueves hemos estado en los ojos de Europa y América y hemos copado todos los flases (han venido hasta Rosario Nadal, Norman Foster, Daryl Hannah o Robert J. Kennedy).

Por eso hoy Cáceres celebra, más contenta que nunca, su Día del Corpus, y cientos de niños vestidos de Comunión han vuelto a relucir, como hace años relucieron Fernando, El Bola y todos los demás. Y es que ya lo dice el refrán: "Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión" .