Hace un año nació la Unión Sindical de Músicos, Intérpretes y Compositoras, una iniciativa impulsada por trabajadores del sector que busca generar un nuevo espacio sindical donde se aglutinen estos profesionales. Un marco que defienda los derechos del gremio musical. Este colectivo pone sobre la mesa los problemas de su realidad laboral, entre los que están la inestabilidad de la profesión, los altos riesgos laborales, la economía sumergida, o la ausencia de reconocimiento de las horas de trabajo fuera del escenario.

Pelik Band, La Banda de West y El Trío Musical Selecta son una orquesta, una banda y un trío/cuarteto, respectivamente, afincados en Cáceres. Estos profesionales tienen su temporada alta en verano mientras se enfrentan al intrusismo laboral, a la morosidad y al retraso en los pagos por parte de las administraciones, entre otros problemas que amenazan a los músicos.

Durante los meses de mayo a septiembre se concentran las fiestas patronales, romerías y semanas culturales en los más de 200 pueblos que hay en la provincia de Cáceres, momento en el que, desde los municipios, se demandan eventos y actuaciones para cubrir sus programas de fiestas. Estas inversiones han bajado notablemente desde la crisis, «ahora se trabaja menos, las galas han disminuido, los pueblos tienen menos presupuesto y meten actuaciones más pequeñas», asegura Carlos Durán, cantante y director musical de Pelik Band, una orquesta clásica. Dentro de este periodo, julio y agosto son los meses con más trabajo, pero este pico de contrataciones no es suficiente para que los profesionales puedan vivir de la música durante todo el año.

Hoy día las orquestas y bandas son empresas y se mantienen gracias a una actividad empresarial paralela. Su solvencia, aparte de la música, pasa por la producción, programación musical o servicios como sonido, iluminación, vídeo y logística. «Me he dedicado a la música toda la vida. En invierno hago producción. Como músico puedes vivir de esto si haces entre 120 y 150 bolos al año, no con 30 o 40 fechas. Como empresario me va bien, pero después de hacer una inversión muy grande», asevera Carlos Durán, quien, además de su orquesta, tiene una empresa de logística para espectáculos. Gracias a esta infraestructura empresarial las formaciones musicales pueden soportar los retrasos que se producen, por parte de los consistorios, a la hora de pagar. Además, cuando los ayuntamientos hacen contrataciones, demandan servicios complementarios como discotecas móviles o ‘Djs’ para alargar las horas del espectáculo una vez terminado el show principal. Esta casuística exige a la estructura de la orquesta-banda-empresa que disponga de una cartera de servicios complementarios para cubrir estas demandas.

Las administraciones llevan a cabo algunas iniciativas en este contexto. La Diputación de Cáceres cuenta con un directorio de artistas que forma parte de un programa de subvenciones para los municipios. El proyecto se llama ‘Guiartex’ y consiste en un recopilatorio de oferta cultural donde los ayuntamientos pueden elegir ‘a la carta’ las actuaciones para sus fiestas. Además de este listado, el programa ofrece subvenciones, totales o parciales, a los pueblos. La Junta de Extremadura también cuenta con una iniciativa similar que se llama ‘Guía de Música de Extremadura’. «A través de esas guías de artistas nos solicitan, aunque no mucho. Las administraciones acuden allí porque están subvencionados», explica Julián Dionisio, músico y técnico de sonido del Trío Músical Selecta y dueño de Soniprex.

Por otra parte están los músicos, quienes se acogen a las altas y bajas (intradía o en periodos de semanas o quincenas) en el ‘Régimen Especial de Artistas y Toreros’ o como trabajadores autónomos, que sufren la inestabilidad del sector y la estacionalidad en los contratos. «Si eres un músico profesional puedes dedicarte a esto, trabajando durante el inverno en otros proyectos y, aún así, cuesta mucho vivir de la música. Siempre tienes el dilema de irte a una orquesta clásica, que sí da trabajo», cuenta José Antonio Martínez, mánager y técnico de sonido de La Banda de West, un grupo de versiones que homenajea a distintos artistas en un «show teatralizado con un toque cabaretero». Martínez es también el dueño de West-Music, una empresa de mánager, producción y espectáculos. Esta dualidad también la vive Julián Dionisio, músico y técnico de sonido en el Trío Musical Selecta y dueño de la empresa Soniprex. «Tal y como está el panorama uno no se puede dedicar a la música porque no contratan y tampoco pagan lo que deberían pagar. Hace 20 años se cobraba más que ahora», explica este veterano de las orquestas que lleva 43 años en el sector. Una buena temporada durante el verano puede proporcionar a los músicos, cantantes, teclistas, baterías, bajos y guitarras alrededor de 5.000 euros limpios, si la orquesta es grande y hace un mínimo de 40 fechas.

Otra de las amenazas del sector es el intrusismo laboral, los grupos amateurs que operan en un contexto de economía sumergida y que quitan trabajo a los profesionales. «Hay mucha gente que se involucra en la música sin tener mucha idea porque es muy fácil. Cualquiera que tenga algo de acceso se puede comprar un par de bafles, una controladora y un ordenador y ya puede poner música. Nos quitan mucho por lo baratos que son», asegura Julián Dionisio. Estos precios a la baja se producen por el caché que ofertan los músicos que no están regulados , «una cosa muy importante sería exigir a todo el que se dedica a esta profesión que estuviera dado de alta. Al estar dado de alta y pagar una cuota de autónomo no se podrían tirar los precios», denuncia este músico y empresario.

Por último está el problema de los intermediarios, que son quienes consiguen las contrataciones. «El monopolio del sector lo llevan las agencias de espectáculos, que apuestan por orquestas y agrupaciones de fuera. Ellos hacen la gestión comercial con los ayuntamientos y, ajustándose al presupuesto, les montan las fiestas enteras. Tienen productos como orquestas con ‘Djs’, discotecas móviles, ... Se llevan una comisión de entre el 15 y 20 por ciento», explica Carlos Durán, cantante y director musical de Pelik-Band.

A todo esto hay que sumar el gasto previo, en tiempo y dinero, que hacen estas organizaciones para llegar a la gira y que no está regulado en ningún convenio. Esto varía dependiendo del tamaño de la formación, pero la temporada se empieza a preparar en invierno. Entre enero y febrero comienzan las primeras reuniones para revisar el repertorio, añadir los temas nuevos y organizar el show. «Nos hemos pasado días montando un tema y cuando lo hemos tocado no ha funcionado. En ese momento lo tienes que descartar», declara Carlos Durán.

El futuro de las orquestas y las formaciones musicales pasa por solventar los problemas de morosidad, competencia desleal, contratación y la regulación de los músicos no profesionales. «Las administraciones públicas deberían tener programas para ayudar a los chavales jóvenes que están empezando, pero no pueden sustituir a los profesionales», cierra Julián Dionisio, músico y empresario.